Fernando Aramburu : Estación Quilmes Estación Quilmes:   Fernando Aramburu

  Fernando Aramburu

22 de junio de 2021

MI ALMA Y MI PERRO


















En este armario guardo mi alma. Entre camisas y pantalones cuelga, limpia y planchada, de su percha. Por tratarse de una prenda valiosa la llevo conmigo solamente en ocasiones especiales. Un alma es para toda la vida. Un alma no se arregla. Si se rompe, no hay otra.
       Por eso la reservo para cuando voy a sitios adonde no se debe ir sin alma. Cuando voy al poema, por ejemplo. Cuando acerco el olfato a una flor aromática o cuando, al azar la copa de buen vino, dirijo unos instantes la mirada a los colores de la tarde.
       De niño, en cambio, no iba sin mi alma a ningún lado. Ni para dormir me la quitaba. La echaba a volar junto a los ángeles que surcaban en bandada el cielo de mi infancia. Me complacía columpiarme con ella en las campanas. Y, al caer la noche, se la enseñaba a Dios, que de tanto conversar conmigo me parecía un miembro más de mi familia.
       El caso es que ya no salgo casi nunca con el alma a la calle. Se me hace que la gente, al verme, lo va a saber todo de mí. O que el viento y la lluvia me la podrían arruinar. Los ángeles, mientras tanto, emigraron lejos, a otras infancias, y Dios murió como mueren todos los abuelos entre dos crepúsculos.
       Eso sí, cuando me pongo el alma gano en dimensiones. Me revisto de una atmósfera que me hace más brillante que mi perro. Soy de pronto transparente. Soy un depósito de resplandores: Soy espiritual. Ataviado con mi alma, me prolongo en altura; alcanzo mayor profundidad y me dilato, en fin, en todas direcciones hasta dejar atrás la última estrella transitoria.
       Pero luego, al borde de la eternidad, me cruzo con la mirada de mi perro, sentado y melancólico cerca de la puerta con su alma peluda de perro, y no sé qué me da dejarlo allí solo, abandonado a las horas polvorientas, sin nadie que le hable ni le ponga la comida. Vuelvo entonces sobre mis pasos y hasta la saliva me sabe a amistad. Restituida a la percha del armario la ingrávida envoltura, me visto mis humildes y carnales pingos de diario, acaricio al perro, lo saco a pasear.

 

Fernando Aramburu
España, San Sebastián (1959). Es un escritor, traductor y profesor español.
Desde 1985 reside en Alemania.


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