Estación Quilmes: 31 ago 2010

  Yanelys Encinosa Cabrera

31 de agosto de 2010




La culpa


Adán la vio primero
incitó
                insistió

a la llegada de Dios no quise culparlo
pensé que en el último momento
de ser preciso
él diría la verdad
le miré a los ojos
cuando Dios lanzó la pregunta
                                                            intuí el peligro
                                                            me sentí desnuda
el índice de Adán se levantó contra mí
Dios no es tonto
y conoce muy bien a sus hijos
pero siempre nos ha dejado elegir

nos miró con tristeza
e impartió justicia

al final
fue mejor así
él no hubiera soportado.


Yanelys Encinosa Cabrera
De “ Del diario de Eva y otras prehistorias”
Premio David de Poesía 2007

Nació en Cuba, Pinar del Río, 27 de diciembre de 1983. Licenciada en Letras en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Actualmente trabaja en el departamento de creación literaria del centro Dulce María Loynaz. Reseñas suyas han sido publicadas en revistas como La Letra del Escriba y Cuba Literaria. Mereció el Premio Cauce de Ensayo 2006 con el trabajo “La rueda de la fortuna o el infortunio del círculo”. El poemario “Del diario de Eva y otras prehistorias” fue merecedor del Premio David de Poesía 2007.

  Nos tienen miedo



Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe



Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos
porque no tenemos
porque no tenemos miedo.

Están atrás
van para atrás,
piensan atrás,
son el atrás,
están detrás de su armadura militar.

Nos ven reír,
nos ven luchar,
nos ven amar,
nos ven jugar,
nos ven detrás de su armadura militar.

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos
porque no tenemos
porque no tenemos miedo.

¡NO TENEMOS MIEDO!
¡NO TENEMOS MIEDO!
¡NO TENEMOS MIEDO!
¡NO TENEMOS MIEDO!
¡NO TENEMOS MIEDO!



“Gracias a la Iglesia Católica Apostólica Romana, soy atea”
Por Mariana Carbajal


Liliana Felipe está conmovida. La poeta, pianista y cantante cordobesa que vive en México desde los años de plomo acaba de llegar a su casa después de correr con sus dos perros salchichas por las calles del barrio colonial de Coyoacán, al sur del Distrito Federal, donde vive y abre la intimidad de su hogar, un sábado por la tarde, para recibir a Página/12 y adelantar los temas de su próximo disco. Todavía en jogging, transpirada por el ejercicio, cuenta, emocionada, lo que le sucedió unos minutos atrás: “Venía entrando por un callejón, por acá y pasa un auto rojo con una señora manejando con jóvenes adentro. El auto se para. Medio me asusté. Se abren las puertas y todos empezaron a aplaudirme fuerte y un chico, de no más de 14 años, con voz bien de adolescente, me dice: ‘Nos tienen miedo porque no tenemos miedo’”, repite ella, imitando la voz desafinada del muchachito, que acababa de cantarle el estribillo de la canción que compuso con Jesusa Rodríguez, su compañera de la vida y el arte, apenas unos meses atrás y que se ha convertido en México en el himno de la resistencia civil contra el gobierno federal de Felipe Calderón, del PAN, quien llegó a la presidencia en 2006 de la mano de un escandaloso fraude electoral, que le arrebató la primera magistratura a la izquierda. “¿No te hace feliz que te reconozcan?”, le dice su esposa, la actriz y directora de teatro Jesusa Rodríguez, que está terminado de almorzar en el comedor. La tarde es gris, húmeda, cada tanto cae una llovizna liviana y el verano se despide.

El living explota de colores. Entra luz por varias ventanas. Una pared roja, sillones azules con mantas con motivos indígenas muy alegres. En ese reducto, sigue la charla. “No sabés lo que jodí con esa canción. Es de hace poquito. ¿Cuándo la grabamos, Jesu? –le pregunta. Jesusa se asoma desde el comedor y recuerda que fue el 24 de febrero, el día de la bandera en México. Lo que más la conmovió de la anécdota callejera, dice Liliana Felipe, es que haya sido justamente un adolescente el que repitiera las estrofas, porque “el movimiento de la resistencia está formado por viejitos, no jovencitos”.

  Carta Abierta a la Patria

Julio Cortázar



Carta Abierta a la Patria
en la voz: Miguel Ángel Solá



Esta tierra sobre los ojos, este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles, esta noche contínua, esta distancia. Te quiero, país, tirado abajo del mar, pez panza arriba, pobre sombra de país, lleno de vientos, de monumentos, de esperpentos, de orgullo sin objeto, sujeto de asaltos, estúpido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y ring sides. Pobres negros. Te estás quemando a fuego lento y donde el fuego, donde el que come los asados y tira los huesos, malandras, cajetillas, señores y cafishios, diputados, tilingas de apellido compuesto, gordas tejiendo a dos agujas, maestras normales, curas, escribanos, centrofowards livianos, Fangio solo, tenientes primeros, coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos, bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos, secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco, contraflor al resto.
Y qué carajo si la casita era un sueño, si lo mataron en pelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva, liquidación forzosa, se remata hasta lo último. Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía.
Te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña envuelto en una bandera que nos legó Belgrano, mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate con su verde consuelo, lotería de pobre.
En cada piso hay alguien que nació haciendo discurso para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos. Pobres negros que untan las ganas de ser blancos, pobres blancos que viven en un carnaval de negros. Qué quiniela, hermanito, en Boedo, en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera, en los ranchos que paran la mugre de la pampa, en las casas blanqueadas del silencio del Norte, en las chapas de zinc donde el frío se frota, en la Plaza de Mayo, donde ronda la muerte trajeada de mentira.
Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking, vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga: tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas, tango, coraje, puño, viveza y elegancia. Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.
Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga, no te metás, que vachaché, dale que va, paciencia. La tierra, entre los dedos, la basura en los ojos, es estar triste, ser argentino es estar lejos, y no decir mañana porque ya basta con ser flojo ahora.
Tapándome la cara, me acuerdo de una estrella en pleno campo, me acuerdo de un amanecer de Puna, de Tilcara de tarde, de Paraná fragante, de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos quemando un horizonte de bañados.
Te quiero país, pañuelo sucio, con sus calles cubiertas de carteles peronistas, te quiero sin esperanzas y sin perdón, sin vuelta y sin derecho, nada más que de lejos y amargado. Y de noche.


Julio Cortázar

  La mala reputación

Georges Brassens



En mi pueblo sin pretensión
Tengo mala reputación,
Haga lo que haga es igual
Todo lo consideran mal,
Yo no pienso pues hacer ningún daño
Queriendo vivir fuera del rebaño;
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos todos me miran mal
Salvo los ciegos es natural.

Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me pudo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos me muestran con el dedo
Salvo los mancos, quiero y no puedo.

Si en la calle corre un ladrón
Y a la zaga va un ricachón
Zancadilla doy al señor
Y he aplastado el perseguidor
Eso sí que sí que será una lata
Siempre tengo yo que meter la pata
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Tras de mí todos a correr
Salvo los cojos, es de creer.

Ya sé con mucha precisión
Como acabará la función
No les falta más que el garrote
Pa’ matarme como un coyote
A pesar de que no arme ningún lío
Con que no va a Roma el camino mío
Que a le gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Que a le gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Tras de mí todos a ladrar
Salvo los mudos es de pensar.




Georges Brassens
Interpretado por: Paco Ibáñez