Estación Quilmes: 07/01/2014 - 08/01/2014

  Néstor Tellechea

31 de julio de 2014



Una Carta


estimado César:

                        nada nuevo
         
sigue cayendo ese sonido desgranado
que ya antes de morirse moja
casi más que tiempo
soledad

llueve
                             
y para mí
es como si no lloviera
si en esta carta fracasada tantas veces
no puedo hablarle
como si tuviera algo así como un hambre
por lo que dijera todo el adentro del agua que hubiera querido escribirle

aunque se ensombre una idea con la otra

una verdad con la tensión
con la obviedad
o con la soberbia

así que desde el vamos
sé que tendría que haberle llegado exacto
en punto al agua que pasó y todavía está pasando tan cerca
de mi expectativa
                               
sigue lloviendo
y mientras en la mesa
se dibujan los golpes derramados de la lluvia
me parece sentir que el agua de la carta
puede ser más desesperante todavía si no moja lo que escribo

que si yo fuese de verdad una carta a la que no le lluevo
la verdad es que no sé cómo escucharme ni siquiera
la suerte fracasada de un poeta escribiendo la lluvia

que si lo real del agua no es nada de lo que le escribo
todo lo que siento va a seguir yéndose y quedándose
nada más que como una consecuencia que se precipita
se aligera y sigue su camino por nada

o para que yo de cuando en cuando deje de escribirle
me asome y busque si es cierto cómo estoy

algunas veces
tieso de diluvio                                                                      

porque el agua que suspiro
llega y corre como un peso
que se rompe sin ningún milagro

y cuando vuelvo al silencio de esta carta
puedo ver que sobre el progreso de la hora
en el reloj de mi cocina
la tormenta fogonea las sombras deshilachadas del agua
que se van alargando como venas o lágrimas grises
y entonces ya voy atrasado de nuevo César

porque el agua de la carta que trabajo con la lluvia
parece un reflejo de alegría desmejorada
y siento que estoy  leve
o quizás también furioso pero igual de agua cayendo cayendo
desatadamente mal escrito
por una y otra ráfaga mal dicha
que empiezan y terminan siendo nada del ahora
por ejemplo que hayan sido estas mismas palabras
que le estoy escribiendo

todo porque del fracaso
que hablo con el agua
queda también un color doloroso en el aire

como el de un espejo que se nuble reflejando
el fuego de un cielo mal escuchado

entonces para mí como ahora mismo
el agua de esta carta de vez en cuando también arde César
se lo juraría

por más escrito de diluvio que me sienta
me parece que todo lo que vivo por dentro queda calcinado
en el último gesto con el que termino cada letra
por la ansiedad y el apuro con que escribo
alimentándome con la agonía incendiada de la luz
para que todo lo que siga diciéndole
por lo menos empiece y termine como era

subiendo
subiendo
por un calor aunque más no sea mal oído
mal esperado y nada

acentos y acentos de esta harina transparente que pasan y se pierden
y duele repetirme lo que oigo que me digo mientras bajo y subo la mano
como si estuviera haciendo llover a cada sonido que dejo en el papel

si hoy no le lluevo bien al dolor
hoy no le lluevo bien a casi nada

cayendo
cayendo
en palabras a lo mejor hasta demasiado vacías
y que de mi parte dejan nada más que un gusto a hiel de hambre escrita
hacia donde no habría valido la pena haber soñado

envuelto y desenvuelto en la avaricia de escribirle
como no quise hacerlo
sin haber escuchado lo preciso como tendría que haberlo logrado
mientras la lluvia baja
me ensordece
y como ya le dije
paro
y pienso
y espero

y de repente también tengo visiones que me nombra la ventana
y apenas humedezco de nuevo lo sentido
y lo derramo mal y tarde en las palabras
esta carta de golpe ahora ya es el Perú por ejemplo
como ya había sido en otros fracasos
con un cielo que amenaza con sus nubes como piedras intensas
y ahora ya es París el agua
helándome los huesos con un comienzo de calor casi filoso y suave

y de repente el vértigo caído vuelve a ser
alguna que otra foto suya aligerada que desaparece
mientras la lluvia vuelve a ser una carta que viaja envuelta y desenvuelta
por el agua que se trenza y se destrenza sobre mi patio
y que ahora por ejemplo fue París de nuevo y está lloviendo
o jueves otra vez  para nada

o de repente no alcanzo a entender que querría avisarme el futuro
girando en la rabia lluviosa
llevándose tan rápido sus rumores de vara que suenan como enojados
mientras golpean de barrida los vidrios

o el cuerpo del aire está como sordo
o el agua sigue siendo un presente mojado para nada
o de nuevo usted está y no está
aparece y desaparece
y todo termina siendo nada
siempre por mi culpa

pan sin vida
fuego confundido
y nada




Néstor Tellechea
"Una carta" es un fragmento del poema  y que pertenece al libro "César", que permanece inédito.



Quilmes, Buenos Aires, 1962. Publicó: “Poemas”, (1995, libro artesanal); “El Emperador de la Oscuridad ”(1997,plaqueta); “La Brisa” (1998, plaqueta);“Las incorporaciones del ya"( 2001,plaqueta); “La luz y la rima”( 2001, plaqueta); “Hospital versus hospital”,  (2001,plaqueta); “Olga” ( 2004, plaqueta); “Montale, esquina Ungaretti”(2005, edición postal); “Cerca. Lejos” (2005, plaqueta (diseño e impresión: Hilda Paz); “Pasaje Molinari”(2006  edición postal); "Balance"( 2009, edición postal) y"Cuatro Momentos", 2012.

Imagen extraída: http://dialogos.ca/2013/11/cesar-vallejo-2/

  Oscar Hahn

25 de julio de 2014



Tratado de sortilegio


En el jardín había unas magnolias curiosísimas, oye,
unas rosas re-raras, oh,
y había un tremendo olor a incesto, a violetas macho,
y un semen volando de picaflor en picaflor.
Entonces entraron las niñas en el jardín,
llenas de lluvia, de cucarachas blancas,
y la mayonesa se cortó en la cocina
y sus muñecas empezaron a menstruar.
Te pillamos in fraganti limpiándote el polen
de la enagua, el néctar de los senos, ves tú?
Alguien viene en puntas de pie, un rumor de pájaros
pisoteados, un esqueleto naciendo entre organzas,
alguien se acercaba en medio de burlas y fresas
y sus cabellos ondearon en el charco
llenos de canas verdes.
Dime, muerta de risa, a dónde llevas
ese panal de abejas libidinosas.
Y los claveles comenzaron a madurar brilloso
y las gardenias a eyacular coquetamente, muérete,
con sus durezas y blanduras y patas
y sangre amarilla, aj!
No se pare, no se siente, no hable
con la boca llena
de sangre:
que la sangre sueña con dalias
y las dalias empiezan a sangrar
y las palomas abortan cuervos
y claveles encinta
y unas magnolias curiosísimas, oye,

unas rosas re-raras, oh.



Oscar Hahn
Chile – 1938



(de Arte de morir, 1977)


Obra extraída: http://www.viajeslibres.com/2011/02/


  Ángel González

21 de julio de 2014





Así nunca volvió a ser


Como llevaba trenza
la llamábamos trencita en la tarde del jueves.
Jugábamos a montarnos en ella y nos llevaba
a una extraña región de la que nunca volveríamos.

Porque es casi imposible abandonar
aquel olor a tierra de su cabello sucio,
sus ásperas rodillas todavía con polvo
y con sangre de la última caída
y, sobre todo,
la nacarada nuca donde se demoraban
unas gotas de luz cuando ya luz no había.

Como llevaba trenza
la llamábamos trencita en la tarde del jueves.
Jugábamos a montarnos en ella y nos llevaba
a una extraña región de la que nunca volveríamos.

Allí me dejó un día de verano
y jamás regresó
a recoger mi insomne pensamiento
que desde entonces vaga por sus brazos
corrigiendo su ruta, terco y contradictorio,
lo mismo que una hormiga que no sabe salir
de la rama de un árbol en el que se ha perdido.



Ángel González
Nació en Oviedo en 1925, falleció en Madrid en 2008.
Periodista, profesor y escritor español.

Intérprete: Pedro Guerra y participación de Ángel González

Imagen: http://miguelmunarriz.com/2014/01/02/angel-gonzalez-segunda-evocacion/

  María Elena Walsh

16 de julio de 2014




De mis tiempos


En mis tiempos había tiempo.
Recuerdo bien que por ejemplo
la higuera derramaba esparcimiento
y una rosa nos duraba
mucho más que cualquier empleo.
Por otra parte las siestas
se pedían prestadas a la muerte.

Quizás el tiempo era como las frutas,
se regalaba a los vecinos
después de verlo madurar.
Se compartía en las veredas
entre abanicos y señores
de sosegada camiseta,
mientras parsimoniosamente
iban escobas y venían
amontonándolo como importantes.

Y la eternidad sentadita
en su silla de paja, porque sí.

Es que era siempre tan temprano
ya tan segura la abundancia,
la inundación de treguas oportunas
que se guardaba el tiempo en los sombreros
y un día se lo derrochaba todo
en un solo saludo, saludando.

Uno viajaba en libros a todas partes
y visitaba diferentes ocios:
el de al lado, el de enfrente, el de las tías.
No se había inventado
el maleficio de la prisa, no.
De ninguna manera. Los espejos
esperaban de sobra
que uno peinara su pausado pelo
que uno se terminara de encontrar.

El tiempo era un perfume y no venía
nadie a medirlo ni guardarlo en cajas.
Los trenes, todo lo que hacían
era aludirlo en los horarios.

Se podía llorar a gusto
porque eran lentos los rincones
o quizás porque había aún macetas
donde depositar una lágrima
sin que las flores se opusieran.
O porque la llovizna hablaba
en un idioma sin resentimiento.

Todos usaban tiempo y lo perdíamos
cómplices de su lujosa permanencia
y hasta el hastío
era un modo de ser de los balcones
que enternecía delicadamente.

Creo que todavía queda un poco
de tiempo verdadero, pero lejos.
Pero muy lejos, en algunos patios
refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos
que reinan sobre umbrales
y en la lustrada majestad del gato.
Supongo, ya no sé, nada sabemos.

Tiempo sin ser castigo.
Yo llegué a conocerlo: está encerrado
en lo más vivo de mi corazón.

Después vinieron los relojes.



María Elena Walsh
De "Hecho a mano" (1965)



Nació en Buenos Aires. (1930-2011)
Poeta, escritora, dramaturga, música y compositora.

Pintura: Tiempo - Alvaro Muñoz

  Antonio Requeni

12 de julio de 2014




Último poema


Quise amarte y te amé. Junto a mi voz te quise
para nombrar contigo la defunción del sueño.
Tú eras verdad. Estabas. Y un sutil poderío
me arrastraba a tus formas de alabastro magnético.

Tus ojos navegables, tus cabellos de lluvia,
tus pechos que rotaron impunemente del sueño;
todo lo que tus labios, sin hablar, descifraban:
la identidad del goce, la embriaguez del olvido.

Pero también, ya acaso talismán más seguro,
los gestos, las llamadas, los minúsculos hábitos;
el hombro en que se acoge la fatiga del día,
las manos que se juntan en un parque con pájaros.

Así te amé y me amaste; lo sé, fuimos felices
como escolares que huyen en tranvías celestes.
Y las noches nos vieron entrelazados, puros,
nupciales, orgullosos, rendidos, inocentes.

Todo ha pasado. Todo. Nunca estaremos juntos.
Una rosa marchita son tu nombre y mi nombre.
Sin embargo te amé como un niño, lo juro;
igual que el niño que ama su juguete y lo rompe.



Antonio Requeni
De "Manifestación de bienes" - Editorial Losada, Buenos Aires - 1965.
En "Antología consultada de la JOVEN POESIA" - Compañía Gral. Fabril Editora
Nació en Buenos Aires. (1930)


Imagen extraída: http://revistaelazarinmovil.blogspot.com.ar

  Carlos Patiño

7 de julio de 2014



Del Pinochetazo


Jorge Celaya LLerena
obrero
lamenta
no estar en condiciones
de responder al imperioso
llamado de la junta que usted
tan dignamente preside
pues casualmente
esa junta
lo fusiló
ayer.




Del encandilado


los veía deslizarse en sus
autitos
los veía descender, abrir
silenciosamente
la puerta de sus garages individuales
y salir
los domingos
por la tarde
incluido
el perro;
los veía siempre
afeitaditos elegantes pulcros,
hasta que una mañana juró
que no descansaría hasta
poseer
ese culito erguido
de los pequeños burgueses prósperos.



Carlos Patiño
De "Retratos"  - Editorial Papeles de Buenos Aires
Nació en Buenos Aires en 1934 y murió en 2013. Poeta, integrante del Grupo Barrilete.

Colección: La pluma y La palabra Nº 21 - Dirección: Roberto Santoro





  Federico Pedrido

4 de julio de 2014




El hombre de la enagua rosada


Fue, muchos, muchos años, pesebrero
y, después, laburó en una pensión.
Cuando compra salame, el corazón
igual que un bandoneón, se frunce entero.

Tuvo dos novios. Uno era frutero;
el otro, un cabecita camaleón.
Le dieron tantos palos en el cuero
que los sueña tambor su evocación.

Ahora está cantando en la escalera,
mientras retuerce un trapo, una habanera
y se clava en un gesto mudo y fijo.

La purreteada juega en la vereda.
Se toca el vientre y por sus nalgas rueda
la noble idea de parir un hijo.



Federico  Pedrido
Argentina  (1926 – 2002) - En: Antología del soneto lunfardo
Ed. Corregidor – 2007



Poeta, dramaturgo, guionista cinematográfico, periodista. Uno de sus libros fue prologado por Macedonio Fernández y por eso Pedrido explicitó “Por ese motivo, y durante cierto tiempo, yo estuve chocho conmigo”.
Libros de poesía:  “ Tras la ojera de mi ventana” (1947); “Poesía de la sonrisa áspera” (1949); “Perfil perdido” (1951); “ Los trenes de la noche” (1952); “Che, Buenos Aires” (1954); “Borracho muerto” (1983); “Cuando se es algo” (1986); “Entre la roña y la nada” (1987), entre otros.

Foto: Bob Carey – EEUU