Estación Quilmes: 18 dic 2010

  Luis Rogelio Noguera

18 de diciembre de 2010




Eternoretornógrafo


El joven poeta murmuró cerrando el libro de Apollinaire:
“Este sí es un poeta...”
Y Apollinaire, el soldado polaco Wilhelm Apollinaris de
Kostrowitzky,
enterrado hasta la cintura en el fango de la trinchera cerca de
Lyon,
mirando la noche estrellada del 4 de agosto de 1914,
la tierra seca, florecida de estacas y alambre de púas,
sembrada de minas esa noche de 1914,
mirando las bengalas azules, rojas, verdes en el cielo envenenado
por los gases
apretó el húmedo librito de Rimbaud mientras sobre su cabeza
pasaban silbando los obuses.
Y Rimbaud, haciendo sus maletas en Charleville, echó junto a
su ropa los versos de Villon.
Y Villon, el doce veces condenado, el apócrifo, el inédito,
pensó ante el patíbulo en las tres cosas que más había amado:
su mujer Christine, su leyenda, la de él, la de Villon,
y el borroso recuerdo de unos versos que hablaban de la noche
del 711 en que Taric se apoderó de Gibraltar.
Y el sombrío poeta árabe que escribió aquellos versos la calurosa
noche del 711 apoyándose en la cimitarra
imitaba los versos que su abuelo le leía en la lejana Argel;
y el abuelo de Argel había leído a Imru-ul-Qais, al que Mahoma
consideraba el primer gran poeta árabe; lo había leído una
interminable jornada en el desierto de Sahara (más húmedo
ahora que entonces)
en la lenta marcha de los camellos y las teas encendidas.
Y es probable que Imru-ul-Qais escribiera en la lengua de Alá
imitaciones de Horacio.
Y Horacio admiraba a Virgilio,
y Virgilio aprendió en Homero,
y Homero, el ciego, repetía en hexámetros los extraños poemas
que se susurraban al oído los amantes en las estrechas calles
de Babilonia y Susa,
y en Babilonia y Susa
los poetas imitaban los versos de los hititas de Bog Haz Keui y
de la capital egipcia de Tell El Amarna,
y los poetas del 4000 a.n.e.
imitaban a los poetas del 5000 a.n.e.
hasta que el hombre de Pekín, en la húmeda caverna
de Chou-Tien
viendo arder lentamente sobre las brasas el anca de un venado,
gruñó los versos que le dictaba desde el futuro
un joven poeta que murmuraba cerrando un libro
de Apollinaire.


Habana, 6 III, 69

Luis Rogelio Noguera
Cuba (1945 – 1985)

De: “Cuarenta años de poesía en el Premio Casa de las Américas”
(1959 – 1999)
Ed. Hiperión – 1998
Poeta, narrador y guionista de cine. Lic. En Letras por la Universidad de La Habana. Obtuvo el premio “David” de poesía de la UNEAC en 1967, el premio nacional de novela “Cirilo Villaverde” en 1977 y el Premio Casa de las Américas de poesía en 1981.
Publicó en poesía: “Cabeza de zanahoria” (1967); “Las quince mil vidas del caminante” (1977); “Imitación de la vida” (1981); “El último caso del inspector” (1983) y los póstumos: “Nada del otro mundo” (1988); “A la hora señalada” (1988); “Hay muchos modos de jugar” (1989) y “Las palabras vuelven” (1994).