a la llegada de Dios no quise culparlo pensé que en el último momento de ser preciso él diría la verdad le miré a los ojos cuando Dios lanzó la pregunta intuí el peligro me sentí desnuda el índice de Adán se levantó contra mí Dios no es tonto y conoce muy bien a sus hijos pero siempre nos ha dejado elegir
nos miró con tristeza e impartió justicia
al final fue mejor así él no hubiera soportado.
Yanelys Encinosa Cabrera De “ Del diario de Eva y otras prehistorias” Premio David de Poesía 2007
Nació en Cuba, Pinar del Río, 27 de diciembre de 1983. Licenciada en Letras en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Actualmente trabaja en el departamento de creación literaria del centro Dulce María Loynaz. Reseñas suyas han sido publicadas en revistas como La Letra del Escriba y Cuba Literaria. Mereció el Premio Cauce de Ensayo 2006 con el trabajo “La rueda de la fortuna o el infortunio del círculo”. El poemario “Del diario de Eva y otras prehistorias” fue merecedor del Premio David de Poesía 2007.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos porque no tenemos porque no tenemos miedo.
Están atrás van para atrás, piensan atrás, son el atrás, están detrás de su armadura militar.
Nos ven reír, nos ven luchar, nos ven amar, nos ven jugar, nos ven detrás de su armadura militar.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo.
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Nos tienen miedo porque no tenemos porque no tenemos porque no tenemos miedo.
“Gracias a la Iglesia Católica Apostólica Romana, soy atea” Por Mariana Carbajal
Liliana Felipe está conmovida. La poeta, pianista y cantante cordobesa que vive en México desde los años de plomo acaba de llegar a su casa después de correr con sus dos perros salchichas por las calles del barrio colonial de Coyoacán, al sur del Distrito Federal, donde vive y abre la intimidad de su hogar, un sábado por la tarde, para recibir a Página/12 y adelantar los temas de su próximo disco. Todavía en jogging, transpirada por el ejercicio, cuenta, emocionada, lo que le sucedió unos minutos atrás: “Venía entrando por un callejón, por acá y pasa un auto rojo con una señora manejando con jóvenes adentro. El auto se para. Medio me asusté. Se abren las puertas y todos empezaron a aplaudirme fuerte y un chico, de no más de 14 años, con voz bien de adolescente, me dice: ‘Nos tienen miedo porque no tenemos miedo’”, repite ella, imitando la voz desafinada del muchachito, que acababa de cantarle el estribillo de la canción que compuso con Jesusa Rodríguez, su compañera de la vida y el arte, apenas unos meses atrás y que se ha convertido en México en el himno de la resistencia civil contra el gobierno federal de Felipe Calderón, del PAN, quien llegó a la presidencia en 2006 de la mano de un escandaloso fraude electoral, que le arrebató la primera magistratura a la izquierda. “¿No te hace feliz que te reconozcan?”, le dice su esposa, la actriz y directora de teatro Jesusa Rodríguez, que está terminado de almorzar en el comedor. La tarde es gris, húmeda, cada tanto cae una llovizna liviana y el verano se despide.
El living explota de colores. Entra luz por varias ventanas. Una pared roja, sillones azules con mantas con motivos indígenas muy alegres. En ese reducto, sigue la charla. “No sabés lo que jodí con esa canción. Es de hace poquito. ¿Cuándo la grabamos, Jesu? –le pregunta. Jesusa se asoma desde el comedor y recuerda que fue el 24 de febrero, el día de la bandera en México. Lo que más la conmovió de la anécdota callejera, dice Liliana Felipe, es que haya sido justamente un adolescente el que repitiera las estrofas, porque “el movimiento de la resistencia está formado por viejitos, no jovencitos”.
Carta Abierta a la Patria en la voz:Miguel Ángel Solá
Esta tierra sobre los ojos, este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles, esta noche contínua, esta distancia. Te quiero, país, tirado abajo del mar, pez panza arriba, pobre sombra de país, lleno de vientos, de monumentos, de esperpentos, de orgullo sin objeto, sujeto de asaltos, estúpido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y ring sides. Pobres negros. Te estás quemando a fuego lento y donde el fuego, donde el que come los asados y tira los huesos, malandras, cajetillas, señores y cafishios, diputados, tilingas de apellido compuesto, gordas tejiendo a dos agujas, maestras normales, curas, escribanos, centrofowards livianos, Fangio solo, tenientes primeros, coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos, bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos, secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco, contraflor al resto. Y qué carajo si la casita era un sueño, si lo mataron en pelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva, liquidación forzosa, se remata hasta lo último. Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía. Te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña envuelto en una bandera que nos legó Belgrano, mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate con su verde consuelo, lotería de pobre. En cada piso hay alguien que nació haciendo discurso para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos. Pobres negros que untan las ganas de ser blancos, pobres blancos que viven en un carnaval de negros. Qué quiniela, hermanito, en Boedo, en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera, en los ranchos que paran la mugre de la pampa, en las casas blanqueadas del silencio del Norte, en las chapas de zinc donde el frío se frota, en la Plaza de Mayo, donde ronda la muerte trajeada de mentira. Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking, vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga: tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas, tango, coraje, puño, viveza y elegancia. Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia. Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga, no te metás, que vachaché, dale que va, paciencia. La tierra, entre los dedos, la basura en los ojos, es estar triste, ser argentino es estar lejos, y no decir mañana porque ya basta con ser flojo ahora. Tapándome la cara, me acuerdo de una estrella en pleno campo, me acuerdo de un amanecer de Puna, de Tilcara de tarde, de Paraná fragante, de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos quemando un horizonte de bañados. Te quiero país, pañuelo sucio, con sus calles cubiertas de carteles peronistas, te quiero sin esperanzas y sin perdón, sin vuelta y sin derecho, nada más que de lejos y amargado. Y de noche.
En mi pueblo sin pretensión Tengo mala reputación, Haga lo que haga es igual Todo lo consideran mal, Yo no pienso pues hacer ningún daño Queriendo vivir fuera del rebaño; No, a la gente no gusta que Uno tenga su propia fe No, a la gente no gusta que Uno tenga su propia fe Todos todos me miran mal Salvo los ciegos es natural.
Cuando la fiesta nacional Yo me quedo en la cama igual, Que la música militar Nunca me pudo levantar. En el mundo pues no hay mayor pecado Que el de no seguir al abanderado Y a la gente no gusta que Uno tenga su propia fe Y a la gente no gusta que Uno tenga su propia fe Todos me muestran con el dedo Salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón Y a la zaga va un ricachón Zancadilla doy al señor Y he aplastado el perseguidor Eso sí que sí que será una lata Siempre tengo yo que meter la pata Y a la gente no gusta que Uno tenga su propia fe Y a la gente no gusta que Uno tenga su propia fe Tras de mí todos a correr Salvo los cojos, es de creer.
Ya sé con mucha precisión Como acabará la función No les falta más que el garrote Pa’ matarme como un coyote A pesar de que no arme ningún lío Con que no va a Roma el camino mío Que a le gente no gusta que Uno tenga su propia fe Que a le gente no gusta que Uno tenga su propia fe Tras de mí todos a ladrar Salvo los mudos es de pensar.