Estación Quilmes: 10/01/2019 - 11/01/2019

  Marcos Silber

31 de octubre de 2019




Nova Troya


Es un caballo. Eso es un caballo.
Eso que cubre el cielo es un caballo.
Que desciende al aquí.
Que se adelantó en la ilusión de todos
porque no cabía en la de sólo uno.
Se lo ve grande caballo se lo huele.
Llena el aire el sudor de su bruta carne.
Sí, es un caballo. Que viene todo
ocupado con humillados y mordidos.
Baja el caballo, regresa
a la historia que lo devoró
y apresado fue entre las páginas
71 y 74 de la leyenda.
Salvaje alegría lo espera. Al grande caballo
que aparece y es toda la escena
de uno a otro lado del paisaje del día.
Y canta. Himnos de gloria canta
gran caballo que llega cantando.
Y abre las piernas la bestia
para que una dos cien meadas de fuego
le aneguen la boca
al color de la miseria;
abre las piernas la bestia
para que una dos cien meadas de fuego
le azoten los ojos al abandono;
abre las piernas
para que una dos cien meadas de fuego
le arranquen la lengua al desamor.
Y canta. Himnos de gloria canta
gran caballo que llega cantando.
Es un caballo. Eso es un caballo
grande como el sueño de Dios cuando era niño.




Marcos Silber
De: Convocados – Selección poética 1968- 2010



Argentino – 1934  -  Ed. Monte Ávila

Imagen de portada, extraída: https://www.cartamaior.com.br/?/Editoria/Cartas-do-Mundo/Carta-de-Nova-Iorque-Entre-el-caballo-de-Troya-humanitario-y-una-eventual-guerra-en-la-Cuenca-del-Caribe/45/43257

  Máximo Simpson

23 de octubre de 2019




Gimnasia

A Horacio Clemente

Jamás ,señor ministro de salud,
fue la salud más mortal.
César Vallejo

Me puse a respirar, hacer gimnasia:
deliraban los aires por adentro,
circulaba el relente alborozado,
la mañana y su escarcha;
era un olor a mundo,
un viento de memorias,
pedregullos remotos que dejaron al aire
la sustancia del tiempo y su comarca,
y respiré lugares, vagabundas aldeas,
pueblos que caminaban,
sitios que se hallan lejos.


Las vértebras en alto,
me puse a respirar, hacer gimnasia:
el juego de los músculos y goznes,
resortes y compuertas,
arcos que se dilatan,
curvaturas,
los intrépidos brazos,
pantorrillas audaces,
el indómito ritmo de una música tensa,
de un compás dominante y volandero,
el corazón motriz,
brindis de regocijo,
aleluya la tráquea, reina del panorama,
épicos vaticinios, profecías del aire,
las atrevidas pausas y enérgicas flexiones,
movimiento hacia el centro y hacia afuera,
tendones hacia arriba y hacia abajo,
los omóplatos llenos de huracanes,
trombas que me recorren,
me ventilo la médula,
me alimento de rachas y corrientes,
tremolinas que inhalo,
transparencia de todo lo que existe.
Aspiro pleno el mundo,
con fe ciega en el aire y sus olores:
soy el dueño del clima,
lo contengo en mi pecho.


Esto dije y entonces
murciélagos atroces cabalgaron el aire,
nebulosas de monstruos me inundaron la lengua,
me buscaron el hueso y las arterias;
amenazas de aire, taimadas ventolinas
penetraron a saco:
bocanadas de muerte,
dije muerte y la muerte se vistió de gimnasia.




Aniversario


Quiero hacerme un regalo, un agasajo,
pues pronto, una vez más, cumpliré años.
Es hora de cambiar, de pensar mucho,
y en esta coyuntura haré un esfuerzo,
realizaré por fin algo sensato.
Me he de comprar un trozo de seriedad profunda,
una solapa grave,
una mirada nueva que trasunte confianza.
Y andaré por las calles olvidado del tiempo,
sin apuro.
¡Qué envidia me tendrán si lo consigo!:
“¡Ahí va el hombre dichoso, nada espera,
nada puede turbarse paso calmo!”




Mensaje


Acabo de enterrar un manuscrito,
y así tal vez me salve.
Qué resplandor, qué asombro,
cuando el arqueólogo remoto,
especialista en huesos,
en casas de pensión del siglo XX,
en dolores de estómago y en cartas
de apasionado amor,
tropiece con mi esquela, mi pobre testimonio.


Allí dejé mi nombre con una indicación:
“Hoy ha llovido,
y olvidé mi impermeable allá en la percha.”
Y agregué que no entiendo
Y agregué que no entiendo
por qué razón el tiempo,
por qué esta distracción,
este ir al empleo
sin saber si estoy muerto o estoy vivo.


Enterré el pergamino en el jardín:
hice un pozo muy hondo
cuando nadie miraba,
y así tal vez me salve.


Sabrán que yo he sufrido,
conocerán mi nombre,
quizás me hagan justicia.


Ahora no me importa lo que digan,
que soy esto, lo otro, soy aquello,
camino en veinte patas y no entiendo
el origen y el cómo y el porqué.

Ahora estoy tranquilo,
y limpiaré mi traje:
ya no me importa Dios.


Bueno, Laura, hasta luego, tengo dudas,
iré a tomar un té porque hace frío,
porque el aire me duele, porque es tarde,
porque no sé si han de encontrar el papelito.



Máximo Simpson
De "Poemas del hotel melancólico"   3ra. Edición  -  Ediciones Botella al Mar

(1920-2017) Nació en Buenos Aires. Recorrió América Latina y residió largos años en México y Brasil. Ha sido periodista.


Fotografía extraída: www.excentrica.com.ar


  Juan Gelman

3 de octubre de 2019




Cambios


“no olviden los orgullosos/ que cuando a la tumba vayan/ allí
lo mismo se rayan/ humildes y poderosos”
pero nosotros no solamente queremos la igualdad en la muerte
también queremos la igualdad en la vida
queremos la justicia en vida

¿por qué estaba triste ese peón del ferrocarril en la mañana
apoyado contra la verja de la estación?
¿por qué se le perdía la mirada sin ver a nadie de los que
pasaban junto a él?
¿por qué estaba triste ese hombre?

¿por qué hay tantos hombres y tantas mujeres tristes en el
país?
¿por qué a cierta hora del día parece que un oleaje de tristeza
fuera a arrasar la ciudad?
¿por qué tanta gente sale por sus ojos así o saca por sus ojos
tristeza?
¿por qué esa tristeza golpea de noche las ventanas?

estas reflexiones suben en mí
metido en la litera alta de la celda 4 en el pabellón de castigo
de la cárcel de Villa Devoto
eugenio abajo oye su radio a transistores
un rayo de sol pasea lento por la celda

¿por qué se pasea ese rayo de sol por acá?
eugenio quedó encorvado
por las torturas pero no sacaron
una sola palabra de él
eugenio es un obrero tierno delicado
no le sacaron una sola palabra
la mujer de eugenio a veces llora sin saber por qué
interminablemente sin saber por qué llora y deja la casa una
semana o dos
lo deja a eugenio una semana o dos
un rayo de sol pasea por la celda ahora.

¿y yo? ¿por qué estoy oyendo crepitar la tristeza de eugenio
si se que hay pocos tan puros como él?
¿entonces su pureza no lo defiende del dolor?
¿a veces se le pierde la mirada sin ver a nadir
de los que
pasan junto a él?

en las celdas de enfrente
los comunes
no tienen litera ni colchón
a medianoche les dan un colchón para dormir
tienen que ir a buscarlo desnudos

los guardiacárceles obligan a los comunes desnudos a correr
tirarse al suelo arrastrarse para buscar el colchón
el invierno no puede calentar las baldosas heladas del
pabellón de castigo
eugenio se encorva más todavía cuando el jadeo de los
comunes choca contra la puerta de la celda 4

¿esos ruidos tan las crepitaciones de la tristeza de Eugenio?
¿eugenio crepita de furor ahora?
¿la tristeza se congela en pajaritos que arden de furor?
¿en furor va a dar la tristeza de los pobres del mundo?

¿la tristeza de ese peón del ferrocarril dará en furor?
¿un oleaje de furor arrasará la ciudad?
¿arrasará las literas del pabellón de castigo de la cárcel de
Villa Devoto?
¿arderán las baldosas heladas del pabellón y los comunes y
nosotros?

nosotros no solamente queremos la igualdad en la muerte
también queremos la igualdad en la vida
queremos la justicia en vida
aunque sea corta y larga la muerte



Juan Gelman
Argentino (1930 – 2014)



En: Interrupciones 1 - Ed. Seix Barral – 1997