23 de octubre de 2019
A Horacio Clemente
Jamás ,señor ministro de salud,
fue la salud más mortal.
César Vallejo
Me puse a respirar, hacer gimnasia:
deliraban los aires por adentro,
circulaba el relente alborozado,
la mañana y su escarcha;
era un olor a mundo,
un viento de memorias,
pedregullos remotos que dejaron al aire
la sustancia del tiempo y su comarca,
y respiré lugares, vagabundas aldeas,
pueblos que caminaban,
sitios que se hallan lejos.
Las vértebras en alto,
me puse a respirar, hacer gimnasia:
el juego de los músculos y goznes,
resortes y compuertas,
arcos que se dilatan,
curvaturas,
los intrépidos brazos,
pantorrillas audaces,
el indómito ritmo de una música tensa,
de un compás dominante y volandero,
el corazón motriz,
brindis de regocijo,
aleluya la tráquea, reina del panorama,
épicos vaticinios, profecías del aire,
las atrevidas pausas y enérgicas flexiones,
movimiento hacia el centro y hacia afuera,
tendones hacia arriba y hacia abajo,
los omóplatos llenos de huracanes,
trombas que me recorren,
me ventilo la médula,
me alimento de rachas y corrientes,
tremolinas que inhalo,
transparencia de todo lo que existe.
Aspiro pleno el mundo,
con fe ciega en el aire y sus olores:
soy el dueño del clima,
lo contengo en mi pecho.
Esto dije y entonces
murciélagos atroces cabalgaron el aire,
nebulosas de monstruos me inundaron la lengua,
me buscaron el hueso y las arterias;
amenazas de aire, taimadas ventolinas
penetraron a saco:
bocanadas de muerte,
dije muerte y la muerte se vistió de gimnasia.
Aniversario
Quiero hacerme un regalo, un agasajo,
pues pronto, una vez más, cumpliré años.
Es hora de cambiar, de pensar mucho,
y en esta coyuntura haré un esfuerzo,
realizaré por fin algo sensato.
Me he de comprar un trozo de seriedad profunda,
una solapa grave,
una mirada nueva que trasunte confianza.
Y andaré por las calles olvidado del tiempo,
sin apuro.
¡Qué envidia me tendrán si lo consigo!:
“¡Ahí va el hombre dichoso, nada espera,
nada puede turbarse paso calmo!”
Mensaje
Acabo de enterrar un manuscrito,
y así tal vez me salve.
Qué resplandor, qué asombro,
cuando el arqueólogo remoto,
especialista en huesos,
en casas de pensión del siglo XX,
en dolores de estómago y en cartas
de apasionado amor,
tropiece con mi esquela, mi pobre testimonio.
Allí dejé mi nombre con una indicación:
“Hoy ha llovido,
y olvidé mi impermeable allá en la percha.”
Y agregué que no entiendo
Y agregué que no entiendo
por qué razón el tiempo,
por qué esta distracción,
este ir al empleo
sin saber si estoy muerto o estoy vivo.
Enterré el pergamino en el jardín:
hice un pozo muy hondo
cuando nadie miraba,
y así tal vez me salve.
Sabrán que yo he sufrido,
conocerán mi nombre,
quizás me hagan justicia.
Ahora no me importa lo que digan,
que soy esto, lo otro, soy aquello,
camino en veinte patas y no entiendo
el origen y el cómo y el porqué.
Ahora estoy tranquilo,
y limpiaré mi traje:
ya no me importa Dios.
Bueno, Laura, hasta luego, tengo dudas,
iré a tomar un té porque hace frío,
porque el aire me duele, porque es tarde,
porque no sé si han de encontrar el papelito.
Máximo Simpson
De "Poemas del hotel melancólico" 3ra. Edición - Ediciones Botella al Mar
(1920-2017) Nació en Buenos Aires. Recorrió América Latina y residió largos años en México y Brasil. Ha sido periodista.
Fotografía extraída: www.excentrica.com.ar
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