Estación Quilmes: 16 ago 2012

  Leopoldo Marechal

16 de agosto de 2012
























Mi primer incidente con Robot
(y el que abría en mi alma la gran desavenencia
que terminó en un crimen de piadosa factura)
   sucedió cuando el noble pedagogo
   me dictaba el Factor de Cohesión
   de los núcleos estables e inestables.
   A los que todavía sin grilletes
van del apio a la rosa, bellos como almirantes;
a los que aún entregan a la emoción del viento
      una risa pentecostal
      en la salud de cristo vivo;
a todos esos raros que aún perfuman el cosmos
      digo yo lo siguiente:
   La Física Nuclear suelta el olor
de los gases livianos en la Tabla Periódica;
y ese olor al obrar en un alma sensible,
nos da el precipitado de la Melancolía.
   No es bueno descender a la materia
sin agarrar primero los tobillos del ángel:
Einstein, el matemático, se libró del abismo
   porque midió la noche con el arco
      de un violín pitagórico.





Digo que ante la frágil estructura
del helio, del neón y del argón,
   una tristeza mineral
   oscureció mi entendimiento:
   cierta nostalgia de claveles
   o de pichones exaltados.
Y sobre las costillas de Robot
   sollocé largamente.
Robot, atento, consultó sus fichas,
y en el agua increíble de mis ojos
   vio lo absurdo licuado.
Luego, juicioso, evaporó mis lágrimas
a ciento veinte grados Fahrenheit.



Leopoldo Marechal 
Argentino (1900 – 1970)

De: “El poema de Robot”
Ed Libros de Tierra Firme – 1986

Imagen extraída de: rafaelton.com.ar (s/d de autor)