Estación Quilmes

  Alfredo Jorge Maxit

8 de mayo de 2013






















Continuo


¿Quién osaría declarar últimas las lluvias?
¿Negar que los ciruelos florecerán la primavera?
¿Clausurar los vuelos diarios de mosquitos?

Mueren y renacen las palabras.




Ellas


¿Cómo rozar el inicial abrazo
de las interjecciones, la flor
en la raíz de las palabras?

¿Dejándolas subir y caer
desnudas en el aire?

Acaso entre guardas
de silencio, ellas
tartamu
               dirán.



Alfredo Jorge Maxit
De "La poesía desde los poemas"  2009 - Ediciones La Luna Que



De "La poesía desde los poemas"  2009 - Ediciones La Luna Que

Nació en Colón, Entre Ríos. 1942
Entreluces (1996) - De Lengua y Literatura y Poemas de aquí y ahora (2001) - Con las palabras (2005) - Des/habitaciones (2006) - Sombras de luz (2007) - En transito (2007)


Obra: Escalera - Vladimir Kush

  Jorge Luis Borges

4 de mayo de 2013






















Mateo XXV: 30


El primer puente de Constitución y a mis pies
Fragor de trenes que tejían laberintos de hierro.
Humo y silbidos escalaban la noche,
Que de golpe fue el Juicio Universal.

Desde el invisible horizonte
Y desde el centro de mi ser, una voz infinita
Dijo estas cosas (estas cosas, no estas palabras,
Que son mi pobre traducción temporal de una sola palabra):

- Estrellas, pan, bibliotecas orientales y occidentales,
Naipes, tableros de ajedrez, galerías, claraboyas y sótanos,
Un cuerpo humano para andar por la tierra,
Uñas que crecen en la noche, en la muerte,
Sombra que olvida, atareados espejos que multiplican,
Declives de la música, la más dócil de las formas del tiempo,
Fronteras del Brasil y del Uruguay, caballos y mañanas,
Una pesa de bronce y un ejemplar de la Saga de Grettir,
Algebra y fuego, la carga de Junín en tu sangre,
Días más populosos que Balzac, el olor de la madreselva,
Amor y víspera de amor y recuerdos intolerables,
El sueño como un tesoro enterrado, el dadivoso azar
Y la memoria, que el hombre no mira sin vértigo,
Todo eso te fue dado, y también
El antiguo alimento de los héroes:
La falsía, la derrota, la humillación.
En vano te hemos prodigado el océano,
En vano el sol, que vieron los maravillados ojos de Whitman;
Has gastado los años y te han gastado,
Y todavía no has escrito el poema.



Jorge Luis Borges
Argentino (1899 – 1986)

De: El otro, el mismo
En: Otro río que pasa – Un siglo de poesía argentina contemporánea
Ed. bajo la luna – 2010


Foto: quaterlyconversation.com

  Javier Cófreces

29 de abril de 2013



Análisis


Por la mañana soñé
que me escuchabas de nuevo
y tampoco decías nada
callabas como siempre
y no respondías preguntas
Escuchabas historias de sordos,
de silenciosos. Historias de máscaras
que se ponen y se quitan
en cincuenta minutos.
Los medicamentos y los artículos de librería
que tengo delante no esperan nada de mí
tampoco esta hora de siesta desaprovechada.
Hay un remolino de acuerdo
a cada reposo
No hay líneas en la dirección
del aliento.
Marcá una columna. Una enumeración.
Marcá un signo de paso.
Marcá una X.
Marcá algo al final
del apuro por comprender todo.



Javier Cófreces
De: Mar de fondo - Libros de tierra firme – 1994

Argentino – 1957. Publicó “Onofrio, grupo de poesía descarnada” (Ed. Crisol, 1979); “Años de goma” (Ed. de la Claraboya, 1982); “La liebre tiesa” (Ed. Trocadero, 1985); “Pasaje renacimiento” (Tierra firme, 1991); “Amianto” ( Tierra firme, 1991). Dirigió la revista La Danza del Ratón.


Obra: sin título de William Steig

  Fayad Jamis

26 de abril de 2013

















Mejor es levantarse 


Si no puedes dormir levántate y navega.
Si aún no sabes morir sigue aprendiendo a amar.
La madrugada no cierra tu mundo: afuera hay estrellas,
hospitales, enormes maquinarias que no duermen.
Afuera están tu sopa, el almacén que nutre tus sentidos
el viento de tu ciudad. Levántate y enciende
las turbinas de tu alma, no te canses de caminar
por todas partes, anota las últimas inmundicias
que le quedaron a tu tierra, pues todo se transforma
y ya no tendrás ojos para el horror abolido.

Levántate y multiplica las ventanas, escupe en el rostro
de los incrédulos: para ellos todo verdor no es más que herrumbre.
Dispara tu lengua de vencedor, no sólo esperes la mesa tranquila
mientras en otros sitios del mundo chillan los asesinos.

Si no puede soñar golpea los baúles polvorientos.
Si aún no sabes vivir no enseñes a vivir en vano.
Tritura la realidad, rómpete los zapatos auscultando las calles,
no des limosnas. Levántate y ayuda al mundo a despertar.




Fayad Jamis
México / Cuba (1930 – 1988)

Poeta, pintor, diseñador, periodista y traductor cubano. Nació en Zacatecas, México en 1930 y murió en La Habana en 1988. Desde 1951 expuso con regularidad en Cuba e integró el grupo de "Los Once". En 1954 se trasladó a París, donde, dos años más tarde, efectuó su primera exposición personal patrocinada por el poeta André Breton. Regresó a Cuba en 1959. Fue coeditor de las Ediciones La Tertulia y director de Ediciones F. J. Fue jefe de la plana cultural de Combate y del suplemento dominical del periódico Hoy. Ejerció como profesor de pintura en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán. Fue miembro del ejecutivo de la Sección de Literatura de la UNEAC y director de la revista Unión. Desempeñó el cargo de consejero cultural en la Embajada de Cuba en México durante once años. En 1962 obtuvo el premio de poesía en el Concurso Casa de las Américas con su libro Por esta libertad.

Obra: Southern gardens – Paul Klee (Suiza)

  Claudina y Alberto Gambino

24 de abril de 2013



El gorila

A través de las anchas rejas
de la jaula de un bello zoo
Contemplaba un grupo de viejas
un gorila muy juguetón;
sin ningún pudor las comadres

Señalaban cierto lugar
Que como es natural mi madre
Me ha prohibido aquí citar.
Ojo al gorila

De repente se abre la puerta
de la jaula del animal
¿Cómo es posible que esté abierta?
alguien debió cerrarla mal;

El mono al verse sin grilletes
En vez de ¡Viva la libertad!
Dijo tocándose el paquete
"Hoy pierdo la virginidad".
Ojo al gorila

El guardián con gesto afligido
pensó para si "¡Santo Dios!
Es un gorila reprimido
y la culpa la tengo yo";
y todas las viejas curiosas
de que al principio les hablé
pusieron pies en polvorosa
a pesar suyo, yo lo sé.

Ojo al gorila
Incluso aquellas que miraban
al gorila como a un don Juan
fingieron estar asustadas
por aquello del qué dirán;
el fornicio les daba miedo
pero ustedes y un servidor
sabemos que el quiero y no puedo
es un suplicio mucho peor.

Ojo al gorila

Todo el mundo alocadamente
huye lejos del animal
salvo una vieja indiferente
y un joven juez sin moral;

El mono al ver el fracaso
Y que todos huyen de él
empezó a acelerar el paso
hacia la vieja y hacia el juez.

Ojo al gorila

"¡Bah!" decía la solterona
"¿cómo un mono me va a querer?

Si al menos fuese yo una mona
pero soy toda una mujer"
Y el juez pensaba insobornable

"Que el elegido sea yo
es completamente improbable"

Ya veremos luego que no

Ojo al gorila

Supongamos por un instante
que igual que el mono debe usted
elegir como dulce amante
bien a una vieja, bien a un juez;
pienso que si esta alternativa
la debiera decidir yo
la vieja, aun sin ser atractiva
sería el objeto de mi elección.

Ojo al gorila

Pero aunque el bueno del gorila
sea Tarzán haciendo el amor
por el contrario cuando cavila
da más gatillazos que yo;
con que en vez de optar por la vieja
como haríamos usted o yo
agarrando al juez de una oreja
bajo a un árbol se lo llevó.

Ojo al gorila
lo que viene después es algo
que hubiera querido contar
pero me estimo en lo que valgo
y no quiero degenerar;
basta decir que el juez gemía
y que luego empezó a gritar
como el hombre que el mismo día
él había mandado ahorcar.



Claudina y Alberto Gambino 

Fueron un dúo argentino de canción protesta, que triunfaron principalmente en España durante los años setenta. El dúo se conoció cuando Claudina, nombre artístico de Ester Lidia Gastaldi, y natural de Santa Fe, buscó un guitarrista que le acompañara en sus recitales y le recomendaron a Alberto Gambino, que era nacido en Córdoba, ciudad a la que se había trasladado Claudina para realizar estudios de Filosofía y Letras. Alberto estudiaba Arquitectura a la vez que asistía a clases en el conservatorio de la ciudad.
Comenzaron su carrera conjunta después de trasladarse a Buenos Aires, donde dieron sus primeros conciertos en el café La Fusa, en el que interpretaban canciones del folclore popular junto con composiciones propias y de otros artistas del momento.

Fuente biográfica: http://es.wikipedia.org/wiki/Claudina_y_Alberto_Gambino

  Eduardo Langagne

20 de abril de 2013



























PUERTA


Yo no sólo supongo, también sospecho, infiero
deduzco o entreveo, conjeturo o estimo,
al ver tras de la puerta, en la frágil madera,
tempestuosos nudillos marcando su contorno.
Pienso que fue algún puño porque estaba a la altura
de un puñetazo, entraño que así es. Me lo figuro.
Puedo tener la escena ante mis ojos.





NUEVO DÍA


La mañana presenta sus páginas en blanco.
Amarillas, lustrosas, páginas de la vida.
Una vida no es eso, no es poema inconcluso,
el poema está libre en el espacio incierto,
sobre la voz que clama. No intento hacer historia.
La vida permanece disipada en la nube
y se encuentra al aroma del café matutino.
No he de vivir más de la cuenta;
sólo un siglo completo.
Y que me otorgue el tiempo cómo maravillarme
con la luz y sus nuevas visiones.





CONTINUACIÓN DE LA MARCHA


Vamos a continuar por el camino
que conduce del signo a la memoria
y por ella discurre,
se introduce,
hurga en sus señas y más se descompone.
Qué recuerdas
¿lo recuerdas?
Mientes.
¿O no mientes y es cierto que recuerdas?




Eduardo Langagne
De "El álbum blanco" 2004 Editorial Colibrí  - México

Nació en México en 1952. Poeta, profesor de portugués y traductor.



  Olga Orozco

17 de abril de 2013




















En la brisa, un momento

                                                                                                            a Valerio

                                     Que pueda el camino subir hasta alcanzarte.
                             Que pueda el viento soplar siempre a tu espalda.
                      Que pueda el sol brillar cálidamente sobre tu rostro
                              y las lluvias caer con dulzura sobre tus campos,
                                                   y hasta que volvamos a encontramos
                                    que Dios te sostenga en la palma de su mano.
                                                                                         (Oración irlandesa)


¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -se queja la torcaza.
el lamento se expande de hoja en hoja,
de temblor en temblor, de transparencia en transparencia,
hasta envolver en negra desolación el plumaje del mundo.
-¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -como si yo no viera.
Y me pregunto ahora cómo hacer para mirar de nuevo una torcaza,
para volver a ver una bahía, una columna, el fuego, el humo de la sopa,
sin que tus ojos me aseguren la consistencia de su aparición,
sin que tu mano me confirme la mía.
Será como mirar apenas los reflejos de un espejo ladrón,
imágenes saqueadas desde las maquinarias del abismo,
opacas, andrajosas, miserables.
¿Y qué será tu almohada, y qué será tu silla,
y qué serán tus ropas, y hasta mi lecho a solas, si me animo?
Posesiones de arena,
sólo silencio y llagas sobre la majestad de la distancia.
Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel
esa larga fisura por donde te fuiste,
ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir,
acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca,
como después del paraíso que perdimos,
y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres,
esos que solamente Dios conoce,
y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia
cubriendo las respuestas que callamos,
incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.
Todo lo que ya es patrimonio de sombras o de nadie.
Pero acá sólo encuentro en mitad de mi pecho
esta desgarradura insoportable cuyos bordes se entreabren
y muestran arrasados todos los escenarios donde tú eres el rey
-un instantáneo calco del que fuiste, un relámpago apenas-
bajo la rotación del infinito derrumbe de los cielos.
Fuera de mí la nube dice "No", el viento dice "No", las ramas dicen "No",
y hasta la tierra entera que te alberga,
esa tierra dispersa que ahora es sólo una alrededor de ti,
se aleja cuando llamo.
¿Cómo saber entonces d0nde estás en este desmedido, insaciable universo,
donde la historia se confunde y los tiempos se mezclan y los lugares se deslizan,
donde los ríos nacen y mueren las estrellas,
y las rosas que me miran en Paestum no son las que nos vieron
                                                                           sino tal vez las que miró Virgilio?
¿Cómo acertar contigo,
si aun en medio del día instalabas a veces tu silencio nocturno,
inabordable como un dios, ensimismado como un árbol,
y tu delgado cuerpo ya te sustraía?
Aléjate, memoria de pared, memoria de cuchara, memoria de zapato.
No me sirves, memoria, aunque simules este día.
No quiero que me asistas con mosaicos, ni con palacios, ni con catedrales.
Húndete, piedra de la Navicella, junto al cisne de Brujas,
bajo las noches susurradoras de Venecia.
Sopla, viento de Holanda, sobre los campos de temblorosas amapolas,
deshoja los recuerdos, barre los ecos y la lejanía.
No quiero que sea nunca para siempre ni siempre para nunca.
Juguemos a que estamos perdidos otra vez entre los laberintos de un jardín.
Encuéntrame, amor mío, en tu tiempo presente.
Mírame para hoy con tus ojos de miel, de chispas y de claro tabaco.
Sé que a veces de pronto me presencias desde todas partes.
Tal vez poses tu mano lentamente como esta lluvia sobre mi cabeza
o detengas tus pasos junto a mí en pálida visitación conteniendo el aliento.
He conseguido ver el resplandor con que te llevan cuando te persigo;
he aspirado también, señor de las plantaciones y las flores,
el aroma narcótico con que me abrazas desde un rincón vacío de la casa,
y he oído en el pan que cruje a solas el pequeño rumor con que me nombras,
tiernamente, en secreto, con tu nuevo lenguaje.
Lo aprenderé, por más que todo sea un desvarío de lugares hambrientos,
una forma inconclusa del deseo, una alucinación de la nostalgia.
Pero aun así, ¿qué muro es insoluble entre nosotros?
¡Hemos huido juntos tantos años entre las ciénagas y los tembladerales
                                                                              delante de las fieras de tu mal
cubriendo la retirada con el sol, con la piel, con trozos de la fiesta,
con pedazos inmensos del esplendor que fuimos, hasta que te atraparon!
Anudaron tu cuerpo, ya tan leve, al miedo y al azar,
y escarbó en tus tejidos la tiniebla monarca con uñas y con dientes ,
mientras dábamos vueltas en la trampa, sin hallar la salida.
La encontraste hacia arriba, y lograste escapar a pura pérdida,  de caída en caída.
Aún nos queda el amor:
esa doble moneda para poder pasar a uno y otro lado.
Haz que gire la piedra, que te traiga de nuevo la marea,
aunque sea un instante, nada más que un instante.
Ahora, cuando podrás mirar tan "fijamente el sol como la muerte" ,
no querrás apagarlo para mí ni querrás extraviarme detrás de los escombros,
por pequeña que sea mirada desde allá,
aun menos que una nuez, que una brizna de hierba que unos granos de arena.
Y porque a veces me decías: "Tú hiciste que la luz fuera visible",
y otra vez descubrimos que la muerte se parece al amor
en que ambos multiplican cada hora y lugar por una misma ausencia,
yo te reclamo ahora en nombre de tu sol y de tu muerte una sola señal,
precisa, inconfundible, fulminante, como el golpe de gracia que parte en dos el muro
y descubre un jardín donde somos posibles todavía,
apenas un instante, nada más que un instante,
tú y yo juntos, debajo de aquel árbol
copiados por la brisa de un momento cualquiera de la eternidad.



Olga Orozco
Argentina (1920 – 1999)


Imagen: www.4share.com