Estación Quilmes

  Del putear literario

30 de septiembre de 2010




Por Juan Sasturain

No debe ser casual que nuestra narrativa haya nacido con un hermoso texto lleno de puteadas, El matadero, en el que proliferan las tetas, los cojones y los huevos... Tampoco debe ser casual que esas “malas palabras”, puestas en boca de personajes bárbaros, fueran a la vez exabruptos sordos y casi secretos, permisos que se concedió un escritor –el a veces inasible Esteban Echeverría– al expresarse espontáneo y sin pudores, como si no fuera a ser leído en lo inmediato, ni siquiera por encima del hombro.

Y es que así fue, exactamente. Tenemos ese texto (tan puteado) precisamente “porque no se podía” escribir en ese registro. Si Echeverría hubiese concebido El matadero para publicarlo en ese lugar y momento –Buenos Aires durante la década del cuarenta, virulento gobierno de Rosas– no lo habría escrito así o no lo habría escrito, a secas. Es que se trata, de algún modo, de un texto privado cuyas condiciones de difusión no estaban dadas, ni siquiera previstas, para y por el autor. Incluso después, durante su estadía en Montevideo, donde moriría en 1851 tras diez años largos de exilio.

Es bien sabido que el laborioso Juan María Gutiérrez, nuestro primer crítico e investigador literario, da a conocer El matadero recién a mediados de los años setenta, un cuarto de siglo después, cuando se hace cargo de la edición de las obras completas de Echeverría y recoge, acaso descubre, sus inéditos. Ahí, pudoroso escrupuloso, Gutiérrez recurre a los puntos suspensivos –“m...” por mierda, “p...” por puta, “c...” por cojones– que sin duda no existían en un manuscrito original de escritura nerviosa y a veces casi ilegible por el temblor, producto –aventura el compilador– “más de la ira que del miedo”. Seguramente.

La cuestión es que Echeverría, encendido y desatado, con el oído fiel y fino, hace putear a Matasiete y sus abominables carniza/mazorqueros, los hace entrar creíbles de palabra y obra en la literatura nacional sucios de barro y sangre; a la inversa, es evidente que se le lengua la traba, se le engola la gola, a la hora de darle la palabra a su idealizado unitario alternativo, irascible sin zafaduría, capaz de reventar de rabia con todos los calificativos agraviantes en la boca y sin ninguna puteada... Ahí el realismo romántico y su afirmación de lo particular nacional entra en colisión con la idealización del héroe ídem, y la verosimilitud –al menos en términos de registros del habla– se va de algún modo al carajo. ¿Acaso no puteaban los unitarios y/o el mismísimo Echeverría en privado; acaso sólo lo hacían entre pares y no cabe acá homologarse con los usos del enemigo?

Un rastreo somero pero representativo del mal hablar literario nos mostraría que contra todo pronóstico los personajes de Arlt no putean –aunque el “rajá turrito, rajá” que el farmacéutico endilga a Erdosain es marca de fábrica arltiana–; y que, por ejemplo, los de Sabato –como los de Echeverría– sólo lo hacen para demostrar su condición de clase: “Métase las casullas en el culo” le dice un peronista empatotado a la mujer que quiere impedir el saqueo de las iglesias la noche de los incendios del ’55, en Sobre héroes y tumbas, confirmando que la barbarie también es verbal.

También en el primer Cortázar, el heroico Pelusa –el personaje “mersa” de Los premios, toda una revelación incluso para el autor sobre el final– monopoliza las puteadas y “malas palabras” de la novela. Pero acá está claro que –ante el peligro y el enemigo concretos– el Pelusa no sólo hace (pelea) sino que dice (llama a las cosas por su nombre): así, trata de “manga de cagones” a los mayoritarios claudicantes de su heterogéneo grupo de clase media. Hay un cambio de signo.

Walsh sembró escasas y significativas puteadas en sus cuentos. En Corso, porque registra –a la manera que después, largamente, Fontanarrosa– el coloquial reo. Y en el prólogo ejemplar de Operación Masacre, porque cuando necesita mostrar/explicar en una frase cierta revelación personal de cómo son las cosas, oye y pone en boca del soldado herido el “no me dejen solo, hijos de puta” en lugar de un supuesto “viva la patria” convencional.

Acaso el texto ejemplar que cierre el imaginario, arbitrario círculo de lo malhablado literario esté en un poderoso relato de Rozenmacher de los sesenta: Cabecita negra. Una sola palabra, una sola expresión rápida, vulgar y usual, puesta en boca del corriente señor Lanari, revela, más que cualquier discurso explicativo, todo el odio de clase: “Negra de mierda” piensa y dice el burgués amenazado.

La víctima unitaria de Echeverría y la viejita que tironeaba las pilchas sagradas en Sabato han encontrado por fin su auténtica voz.


Fuente: Página|12

  Arpa soy





Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.

Voy por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.

Mi amor del aire se azora;
Eva es rubia, falsa es Eva:
Viene una nube, y se lleva
Mi amor que gime y que llora.

Se lleva mi amor que llora
Esa nube que se va:
Eva me ha sido traidora:
Eva me consolará

¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor, soy el verso!



José Martí
Canta: Pedro Luis Ferrer


Obra: Juan Vicente Bonachea

  .Sobre mi



"Mas allá, donde los autos van a cien kilómetros por hora, está la autopista La Plata-Buenos Aires. Acá estoy yo, sentada en mi escritorio, con los anteojos puestos, mirando la luna, oyendo como mi hermana grita desde la ducha piediendo si alguien le alcanza la toalla.
Hasta hace un rato estaba pensando en anteayer, en el domingo, en el dos de julio, en el once de febrero, en el veinte de diciembre, en el trece de noviembre, me acordaba y sonreía, me sentía una tonta, una tonta feliz, una tonta con recuerdos maravillosos, una tonta que hasta el momento y con lo poco que lleva, tuvo una buena vida. Ahora me pregunto qué hago escribiendo sobre cosas tan obvias para la gente que me conoce, qué hago escribiendo sobre fechas para algo que supongo voy a publicar en facebook o voy a hacer leer en el colegio. Resultara muy ridículo pensar que esto es una forma de descargarme ya que justamente en los días que mencioné no tengo guardada una pizca de rencor, así que no se, no sé que pensar al respecto.
"Pasemos a otro tema no quiero hablar de eso", amo usar frases de canciones para expresarme, me gusta el hecho de releer lo que escribo y poder "cantar" en alguna parte. Retomo el tema que no empecé, soy feliz, tengo amigos a los que amo muchísimo, tengo alguien a quien querer (aunque sea con comillas), no tengo problemas en casa ni en el colegio, me encanta escribir y, como verán, lo hago. Tema terminado, voy a hablar de mis experiencias: no olvídense, ni loca dejo que alguien mas lea sobre mis experiencias, si llega a manos equivocadas me muero. Recién pensaba en el tiempo que perdía hará entre diez meses y un año hablando por teléfono, era prácticamente una máquina de hablar, bueno no se porque digo eso ahora no hay mucha diferencia, pero antes era diferente (miro por la ventana y veo la luna, me acuerdo de cuando hablaba tanto por teléfono el año pasado, era tan lindo... retomo el escrito). Ahora que vi la luna me acordé que una vez cuando tenía siete, siete y medio, estaba en la casa de mis abuelos maternos y estábamos reunidos por año nuevo; mi abuela paterna miró por la ventana y dijo que la luna era una luna de terremoto, esa fue la única vez en mi vida que escuché hablar de una "luna de terremoto" y me quedó grabado en la cabeza de tal manera que cuando veo la luna me acuerdo de eso. También me acuerdo de la fiesta de disfraces que hizo un amigo el año pasado para halloween, treinta de octubre, qué gran día, es el día de hoy que algunas personas cuando hablo de esa fiesta me sonríen tiernamente y se acuerdan conmigo de esa luna inolvidable, otra vez me voy por las ramas y hablo de fechas, creo que tengo que darle la razón a un grupo de amigos que dicen que soy un "calendario viviente"; pero créanme que tengo mis razones, y que mas que un calendario viviente soy un "recuerdo viviente", yo no sería nada sin mis recuerdos, cada vez que necesito un consejo mas que recurrir a mi mejor amiga y, que me perdone, recurro a mis recuerdos, mi vida entera es un recuerdo y le debo eso a muchas personas que no deben ser nombradas por mi pero que cuando lean esto van a saber que son ellas a las que me refiero y para que no me malinterpreten parte de esas personas son mujeres, que ya dije amo y necesito porque también son parte de mis recuerdos. Ya que estoy recordando voy a hablar un poco de mi niñez, tengo trece, trece y pico, ya se que no soy grande y que mi niñez no está tan lejos, pero me resulta bastante ajena en varios aspectos. Me acuerdo que un día estaba en mi casa y mi mamá me dijo si no quería ir a mc donald's a tomar un helado porque mis compañeritos de jardín iban a hacer una excursión. En ese entonces yo vivía en frente de mc donald's pero no tenía muy claro eso de donde quedaban los lugares, si me decían abajo yo señalaba el piso no entendía que abajo era bajando por el ascensor y saliendo del departamento así que cuando vi que mi mamá abría la puerta la miré con una cara rara y le dije "no íbamos abajo?" y le señale el piso. También me acuerdo de mis berrinches agarrada de la reja de lo de mi madrina porque "no me quiero ir!!!!", y ahora cuando protesto de los berrinches de mi hermana me lo recuerdan y me hacen cerrar la boca. Otro recuerdo: el quince de mi prima Aye, que digamos no es un recuerdo muy largo, pero estaba muy entusiasmada porque era mi primer quince!,y me sentía re grande; de lo que mas me acuerdo es de la remera rayada roja y blanca de mi prima Flor, de que casi rompe su pollera de jean por subirse a no me acuerdo donde y de que (si no me falla la memoria) casi pierdo una cadenita de oro nueva. Un recuerdo mas reciente (aunque no tanto) es el del casamiento de mis tíos, tenía un vestido cremita con una faja color durazno, y como mi hermana y yo éramos el cortejo teníamos que vestirnos igual; no tiene nada que ver pero ya que me acordé lo pongo, ahí fue donde probé el sushi y debe ser que la comida fue lo que mas me gusto de la fiesta porque de lo que mas me acuerdo es de todo lo que comí, bueno de eso y de la serie de hechos desafortunados por la que pasó mi papá desde dos días antes cuando se cortó con la raqueta de tenis en el medio de la frente hasta cuando tuvo que hacer una diligencia antes de ir al salón de fiestas. Ahora que ya no me acuerdo nada mas de mi vida, me cansé de recordar.
Pienso, soy joven, tengo menos vivido de lo que me queda por vivir, para que escribo ésto?, entonces me respondo: porque mi vida es un recuerdo y de vez en cuando y para no olvidarse hay que acordarse de todo.



Chiara Mariuzzi
Vive en Quilmes, tiene 13 años, estudia en el Colegio Don Bosco donde cursa el octavo año, se divierte con su grupo de amigos, practica patín, participa del Taller de Escritura Creativa en la Cultural Inglesa con el profesor en Letras Carlos Dotro.

  TAREA "Han de Saber que..."




Tarea


Han de saber
que cuando en la oficina no hay trabajo,
yo trabajo,
trabajo como un negro,
sudo tinta,
ando detrás de pájaros azules,
me meto en grandes líos con los sueños,
me desangro en palabras,
salgo a cazar ballenas y crepúsculos,
domestico elefantes
(hay que ver qué furor el de la selva)
le explico al faraón cosas del tiempo,
hago el amor a veces,
lucho con los zulúes cuerpo a cuerpo,
tengo que abrirme paso en un perfume,
volver para las doce,
morirme,
andar recuerdos.
Tengo que hablar con Dios,
volverme loco,
lanzar varias proclamas de justicia,
escapar de la hoguera,
vestirme de jamás para un entierro.
No descanso ni un minuto,
me doy ung ran trajín con las cigarras,
me cito con Lenin y arreglo el mundo,
llamo a larga distancia,
digo anote en mi agenda: Nazareno,
trato cosas del aire con gaviotas,
compro verdes, azules, amarillos
y los despacho por expreso al cielo.
Hago arreglo con nubes,
firmo tardes de otoño con llovizna,
corro a cambiar estrellas que andan flojas,
promuevo madreselvas,
dicto inviernos...

cuando el jefe me mira y dice ejem,
ya que usted no hace nada y tiene tiempo...



Humberto Costantini

En la voz: Daniel Costantini (hijo de Humberto Costantini)
Emisión del programa radial Atrapados en libertad por AM 530, La Voz de las Madres

  Marina Alessio

29 de septiembre de 2010




Feliz

Acabo de ver una camisa de hombre cayendo por el aire desde la ventana
Caía desde un piso muy alto de un edificio muy alto
La tiró una esposa enojada
o se cayó de una soga
¿Será feliz la camisa como las banderas?
Porque ayer me dijeron eso, que las banderas son felices
Me lo dijo alguien que se ató un mantel al cuello y corrió por un bosque
y se sintió bandera
o se sintió feliz
o percibió la felicidad de su mantel que se sentía bandera

Salgo al balcón
y pienso que si me tirara yo también podría ser feliz
pero miro para adelante y veo a la camisa
tirada en el techo de un galpón bajito y feo
inmóvil, sin vida
Miro para abajo y pienso
que si me tirara de un cuarto piso
mi felicidad duraría muy poco
y después quedaría como la camisa
tirada inmóvil y sin vida
entonces vuelvo a entrar
me siento frente a la computadora
y entiendo
que para ser feliz hay que estar
atada a un cuello o a un palo.



Marina Alessio
Nació en Buenos Aires en 1980.
Publicó “Amigos, se sacarían la ropa para mí?” en 2003 y “Contigo punk y cebolla” en 2005.

  Liliana Souza

28 de septiembre de 2010




Postal


I


El agua

                 opone su jadeo.

                 Ese rumor

                                                   ira subterránea

                 sólo deja espacio

                                                   para amordazar.


II


                 Desbocada

                                                   puesta a persistir

                                                   en su añeja y vasta mordedura,

el agua se retira en desorden.

                 Como un mantel

                                                   jalando la sobremesa.



III


                 No habrá éxodo

                                                   sino sorpresa en los límites.


El agua no cicatriza.


                 Se acoda y puja

                 en aparente

                                                   estado terminal.



IV


El agua

                 debajo del agua

                                  más agua engendra.


                 El resto es fuga para el ojo.


V


El agua

                 separa idénticos perfiles

                 menguando la frontera

                 de sangre y barro.


                 Migajas para la miseria

                                  y la unción.



VI


El agua

                 ya no hace fondo.




Liliana Souza
Nació en 1958, en Avellaneda, actualmente vive en Don Bosco.
Por su labor poética obtuvo 16 primeros premios nacionales, a los que se suman reconocimientos en España y EE.UU.
Ha publicado en antologías, diarios, revistas y en sitios web.
Ha sido convocada como jurado en concursos literarios.
Sus poemas se incluyen en los libros LA MUJER ROTA y CIRCULO DE POETAS, publicados en Méjico y España, respectivamente.
Colabora con la Dirección General de Cultura de la Universidad Nacional de Quilmes, editando una Página de Poesía -Quilmespoesía- que se difunde en gigantografías dentro y fuera del establecimiento.
También -poemás- folletos de poesía que se distribuyen en diferentes puntos de la comunidad.
Coordina Talleres Literarios Infantiles y Juveniles. También Talleres para Adultos Mayores con el fin de ejercitar el área cerebral. Ambas actividades las desarrolla en Bibliotecas Públicas.
Es socia activa de la Sociedad Argentina de Escritores.
Acaba de editar “esa otra forma” , libro que será presentado en noviembre del corriente año.

  Víctor Redondo

27 de septiembre de 2010




Viernes


Si vieras mi rostro en el espejo
del ascensor. Los pisos no suben,
me bajan. Cada milímetro me aleja de vos.
Hay pequeñas arañas surcándolo.
Yo estoy apoyado contra una de las metálicas paredes
y me observo y me doy miedo y me hastío y ya no canto.
No es no tenerte mi mayor problema:
es no tenerte mi mayor problema.
En el espejo hay un agujero del tamaño de una nuez:
es tu boca. Y hay otro agujero y es tu nombre
lo que falta en él. No nombrarte.
La desaparecida en el ascenso.
Mi boca tiene una sombra que me asusta.
Es otra araña, en el espejo, sobre mi labio.
Otra noche le pregunté porqué me perseguía,
y tan inmunda no me dijo ni mú: me dejó
hablándome solo. Así son las arañas.
Al pasar el tercer piso me deshice.
Quise volver atrás, pero es difícil frenar un ascensor.
Sólo atiné a apagar la luz. Y ahí te vi.
Tenías puesta una víbora en la cabeza, como si fuera tu sombrero cotidiano, y una rosa tristísima en el arco superior de tu oreja derecha, la que te muerdo cuando nos amamos. No me hacía falta verte así para reiterarte que te adoro. Entre el tercero y el cuarto dos arañas me hablaron en cada oído: ella también te ama, me tradujeron. Ya lo sé. Sé todo. Sé que después del tercer piso viene el cuarto, que cuando llueve el balcón amenaza rebalsar y nunca rebalsa. Sé que la hamaca salvadoreña ya tiene tu olor, y sé también que no sé nada. En el cuarto piso prendí la luz y el flash de la noche tuvo tu nombre, una vez más, sobre las letras en mi corazón. Aquí estoy, atravesando un cuarto piso que debe tener parejas dormidas, animales disueltos, acabados o resurrectos caballos arrastrando mulas sobre las autopistas del destierro. Eso pienso que hay en los pisos de este edificio, o de cualquiera. Estuve en edificios con monjas mogólicas, ratas narcotizadas, pulpas salvajes mudas, y con cenicientas majestades: no sé porqué recuerdo hoy, esto, que nunca más existirá. Las mogólicas son sabias porque no hay monjas mogólicas. Estoy en el quinto piso. El silencio de las once de la noche es lejano. Aparto las arañas para verme en el espejo. Te veo. Es lo único que verme. Y así raudo voy atravesando los pisos de este ascensor que me aleja. Soy un superhéroe sin nombre buscando una oscuridad que no sé para qué mierda sirve. En el quinto piso había, o hay, estatuas egipcias sonriéndome. Tienen pequeños rostros de araña, y a su pesar me sonríen.

Apenas entrar al sexto aguardaba una telépata, sus ojos rojos
y serenos buscaron mi pupila. Un infinito de segundo observó y dijo:
"Tus pupilas no son azules ni brunas ni melancólicas ni secretas ni sabias ni sublimes ni otras ni puras ni desesperadas". No terminaba de maldecirla que el séptimo atracó con un galeón en cuyas velas estaba tu rostro insultándome. Los vientos fueron favorables a mi rabia y te hicieron descender. Aún veía la cara de la telépata en cuatro patas aullando como la Sibila del Velo Roto. Las cruces metálicas diagonales me hacían gracia. "Tú que todo lo sabes y todo lo puedes, entrégate a ella", me decían. Escuché y obedecí esa voz y giré hacia abajo y volví a verte,

la testa coronada por pequeñas serpientes con mi rostro besándote. Acerqué mi boca al espejo y te hablé así: "Hasta la muerte en esta vida,
amada de mi sangre que arde en tu lejanía".
Sin ser un verso brillante era una manera de hablar. No sé si la única, pero las condiciones no eran dignas de Ulises y vos aún no eras la Penélope nueva del vestido viejo e inmortal.

En la mitad del séptimo sello se abrió la partida y estuviste a punto de darme jaque, a punto, si no hubiera corrido a otra reina al rincón de una torre. Tuve ganas o lloré, el tiempo se hacía breve en el ascenso hacia sin vos. En el octavo una virgen de blanca certeza hizo una aparición digna del silencio. Diminuta como un colibrí su lengua se transformó en palabras inauditas: "Aquí estoy, desde tu nacimiento deslumbrada, buscándome". Hoy ha muerto un amor y ha nacido un amor. Ni la Virgen Inmaculada se enfrenta a esta compleja virtud. Hola amor, estamos ya en el comienzo del noveno piso. Puedes ver las guirnaldas del zodíaco, las cabras del monte y la flecha que surca siempre las noches trazándote en tu anterior ausencia. Quizá no vengas esta noche. Quizá pase muchas noches sin cubrirte. Quizá las sierpes ya estén muertas y el solo silencio tenga tu voz pura.

Llego a nuestra casa. En breve llegarás. Hola amor.




Víctor Redondo
Extraído de hotelceline.com.ar

Nació en Buenos Aires, Argentina en 1953. Integró los grupos de poesía El sonido y la furia y Nosferatu. Publicó Poemas a la Maga (Ed. Sunda, 1977); Homenajes (Ed. Ultimo Reino, 1980), que obtuvo el Primer Premio de Poesía Nicolás Guillén en conmemoración del Milenario de la Lengua Castellana (España) en 1978; Circe, cuaderno de trabajo 1979-1984 (Ed. Ultimo Reino, 1985) y Mercado de ópera (Ed. Ultimo Reino, 1989. Editó también la novela Las Familias Secretas (Ed. Catálogos, 1985). Varios de sus libros tienen re-ediciones. Dirige desde 1979 la editorial de poesía Último Reino, que ha editado 400 libros en los últimos veinte años.