3 de marzo de 2016
LAS PÁLIDAS NEGRURAS
1
Voy a crear la vibración que resucite mi ráfaga desorientada, y navegar cielos de miel: una pasión que me rompa, despierte un corazón de lluvia, regrese al cielo sus latidos.
Rodando la luna como yo, cayendo adentro de un alud, veré infinitamente dulce la puerta que me arranque de acá y traspase los contornos sagrados de la naturaleza.
Morderé la negación del viento que hace mi alma, para torcer hacia la luz las semillas clavadas en barro, aunque la pena me abrace como si fuera de arena galáctica, de profunda pesadilla, de inútil sueño.
Me duele todo en tu lugar, aire de una soledad nocturna, que me hacés creer que voy a transmigrar o manar la sangre cuyo temblor se precipita sobre ninguna luna.
2
Y el mar ácido secreto de una desnudez, oh naufragio rompiente, y los labios de tu lluvia ardiendo como una constelación, derrumban en quietud orbes que se anegan de sí mismos.
Y atrás de un eco, callando el manantial o alba sola, el aire de otro no lugar es el único instante en que ningún tiempo hace más olas que girando sobre mí.
Ya caen unos números disonantes donde bulle la desolación, entre soles enredados de distancia, espejos enlodados de luna.
¡Oh naufragio iridiscente relampagueando hacia la bruma de un más allá nevado de locura! Vivís mi vida con muerte de alga, volás al oro gimiente de un cielo en la garganta, errás la tierra mientras el polvo refleja mi mente ignorada.
3
Quiero encandilarme de un sueño inventado con tinieblas rotas, cuando el corazón se rebela contra el viento fluyendo aire en lugar de mi sangre envenenada. Y morir como se va la primavera, dejándose volar.
Quiero destruir yo, cortar la cadena que termina en sombra, cantar la fuente que el mar atesora. O diluir otro espíritu encajado en el unísono imperfecto de tanto abismo alrededor.
Este deseo, alteración esencial de la sustancia, me oye gemir afuera de mí los vórtices voraces y precipitaciones de tierra, si sueño confusamente con un rostro de brillo al que le nievan mis ojos.
Oh nieve iluminada que me droga la quietud, ansia desequilibrando mi locura, a vomitar luz celeste vas ahora sinfín sin tiempo, óxido embriagado de manchas de savia.
Gabriel Francini
Nació en Buenos Aires en 1982. Publicó “Canciones” (Tantalia, 2005) y “Nadir de Ardora” (Huesos de Jibia, 2014).
Obra: La noche del cazador - Daniel Torrent (Barcelona- España)
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