29 de abril de 2015
Los niños de Hamelin
Es, llanamente, un problema de números.
Los trasplantes exitosos,
los órganos que padecen necrosis después del injerto,
los órganos descartados por virus y antivirus
exceden las cifras de donantes muertos
en accidentes de tránsito
y, es claro, al raro universo
de los donadores saludables.
Cada hora que pasa desaparece un niño
para siempre
en Latinoamérica.
Sin embargo, no hay alcalde que ofrezca
un rescate por los niños de Hamelin.
No hay alcalde que escuche
a las madres de Hamelin.
Llenarían, entre todas,
la plaza mayor de esta república.
Los alcaldes las evitan,
esconden al responsable
del equipo de médicos cirujanos
de cierta unidad de trasplantes.
La historia de Hamelin es mentira,
no existe un gobernador
como el de Hamelin.
Existe una Pietà,
un monumento de mármol hecho trizas
para las madres con hijos enfermos,
una opinión pública llorosa
cuando un cirujano de Alaska
trasplanta un estómago
a un niño anoréxico
y el médico es convertido en celebridad
como un edicto sobre mármol blanco.
Las esposas de ciertos funcionarios
conocen a los cirujanos de Hamelin,
aunque jamás tendrían el mal gusto de mencionarlos
durante sus tours a otros planetas,
ni a la esposa del general brigadier
de las fuerzas armadas,
ni al jefe de la policía federal,
ni al jefe de la policía judicial,
ni al superintendente local.
No es difícil adivinar su rostro,
incluso tras un tapabocas.
No es difícil adivinar dónde está ese gran hospital
de medicina avanzada.
No es difícil.
Son tantos rastros
como los niños de Hamelin.
Dana Gelinas
México – 1962
De: “Los trajes del emperador” – 2011
Imagen extraída de: lagacetadelmisterio.wordpress.com (s/d de autor)
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