Carlos Patiño : Estación Quilmes Estación Quilmes:   Carlos Patiño

  Carlos Patiño

21 de agosto de 2013













Blanco sobre blanco

“me fui, como quien se desangra”
Ricardo Güiraldes


 Poder mirar una palmera en Colonia Cuauhtémoc
mientras ruedan los truenos anunciando la lluvia
es una de las diferencias entre la lucha por la libertad
y la lucha por tu supervivencia.
Poder dormir toda una noche
despreocupado de las sirenas policiales
y de los automóviles que se detienen ante tu puerta
es otra.

Y otra más es ésta que te permite
enlazar indómitas palabras
salvajemente hurañadas en la pradera del idioma
y arrastrarlas contra su voluntad
a que formen en las huestes de tus poemas
con resultado incierto y que a pocos importa:
pero poder hacerlo con todos los sentidos
sin atender los pasos ni los gritos de afuera
porque estás persuadido que no traman tu muerte
                            tu tortura
                            tu encierro
                          esa es la diferencia

Y hay otras todavía: sentarte en una plaza,
decirle cosas dulces a muchachas que pasan,
doblar por una esquina, así, sencillamente
                            doblar
                            por una
                            esquina
decir vivo en tal lado y aquí está mi teléfono
convenir con cualquiera que almorzaremos juntos
mañana o el domingo
ir al cine o al campo, al mar o a la montaña,
solo o acompañado, en ómnibus o a pie
y regresar tranquilo, la llave en el bolsillo
sabiendo que tu casa sólo esconde el silencio.

Todas estas sencillas ceremonias
pan de lo cotidiano
puro jugo de vida entrañable y serena
saltan hechas pedazos
cuando los tanques entran a las casas
derribando las puertas,
cuando el odio y la sangre granizan sobre un pueblo:
ya el sueño no es el sueño
la calle no es la calle
la vida no es la vida sino velar la muerte
y en esas circunstancias fallecen las palabras

                   Lito Valencia cae. Leonardo leyes cae.
                   Rodolfo ametrallado palpándose la muerte.
                   Apresan a Joaquín. Llevan a Alberto Costa.
Haroldo secuestrado. A Roberto Santoro
que lo devuelvan
ya.
¿Dónde Dardo y Enrique? ¿Dónde Oscar y Lucina?
                   ¿Dónde tantos y tantos?
Y ellos siguen buscando sedientos y cebados
y no hay dónde decir
y no hay dónde acusar
y no hay dónde vivir
sólo botas y cárcel
aullido y cementerio
sólo ciénaga y ciénaga.

Pero están los que avanzan
los que portan banderas
los que llevan el sol entre las manos
los que tienen el tiempo por delante
                   y las ganas
                   y el pecho;
para ellos no hay palmeras
para ellos no hay esquinas
                   ni almuerzos
                   ni teléfonos
                   ni cine
                   ni montañas.
(Sólo, a veces, la muerte)

Esta es la diferencia entre aquellos que luchan
                   por la libertad
y entre aquellos que luchan por su
                   supervivencia.
                            Uno hace lo que puede. Uno hizo lo que pudo.
                            Tuvo suerte, sostienen. Se colgó de un avión
por un milagro. Tal vez,
tal vez fuera lo único: cuando ametralladoras
te eligieron de blanco y te husmearon la huella
sólo ametralladoras establecen un diálogo
con algo de sentido.

Pero elegiste huir poniendo tierra en medio
y de algún modo has muerto aunque sigas viviendo
esa es la diferencia.
Mirar una palmera en Colonia Cuauhtémoc
mientras ruedan los truenos anunciando la lluvia,
dormir toda una noche
esa es la diferencia.
Enlazar las palabras y lanzarlas al viento
nombrando tus hermanos, reviviendo los muertos,
viéndolos que caminan, que se han echado a andar
por entre tus palabras, tus (pequeñas) palabras,
esa es la diferencia.
Es volver a decir, y gritar, y gritarles;
que el mundo entero sepa, que el mundo entero sepa,
esa es la diferencia: tu granito de arena.

Pero al irte te has ido, de algún modo te han muerto.
                   Uno anda de rodillas
acusando y mostrando
denunciando escribiendo
dando vueltas al grito de victoria
                   almorzando paseando.

Uno anda de rodillas: esa es la diferencia.




Carlos Patiño
Argentino (1934 – 2013)
De: ceremonias (y otros desórdenes)
Ed. Delegación Venustiano Carranza

Subdelegación de Cultura – México - 1983

Obra: de la serie Manos Anónimas - Carlos Alonso

Recordamos al amigo  Carlitos, en el día de su nacimiento (21-8-1934)

2 comentarios :

mcmolet@yahoo.com.ar dijo...

Gracias por recordar al maestro en su día ... y con este poema que tanto lo define.
besos, la maría.

lavale dijo...

gracias la María. Usted sabe compañera, Carlitos un gran amigo y maestro. Y por sobre todo, coherencia de vida y accionar. Para usted un fuerte abrazo de sus compañeros y amigos.

La Vale y el Fer