2 de junio de 2012
Bala perdida con la puntería de un tiro en la sien…
Esto es navidad: la felicidad de los chicos,
sus almas de luciérnaga, de bicho de luz,
mocositos en el agua
de la zanja chorrean su ampolla
con una cañita prendida, y se carbonizan en el agua
un segundo, el segundo antes de las 12 asoman la calavera fosforescente,
los huesos, en la zanja…
Nachito asoma su cuello
para pasar al otro lado
de la sombra, de la verja,
de la alegría...Celeste se pone roja
de bendición y agonía
frente al vaso medio lleno
de sidra que se derrama
para bautizar
sus enaguas…Facundo:
asoman sus talones de uva pisada
del vino terrible que invocan los mayores
Ceferino es el espíritu que los corrompe.
Facundo y Celeste llegan hasta el pie de un árbol de moras,
aprovenchándose del ruido familiar,
de la cena navideña, del humo,
con el pulso de la mora y el amor enredado, coagulándose
se hace añicos de cristal, y como si los rodeara
la nieve ahí quedan:
Celeste y Facundo como si aún hubiese prohibiciones
se seducen en la penumbra. Más que una ley hay
pudor en el cuerpo expuesto
a la luz, que como toda luz – dirán en la cena –
es de interrogatorio.
Y ahí quedan sus raíces de hermanos en unidad enferma,
él se hacía Cura, ella Monja, vestidos así,
acentuando una prohibición donde no hay más:
el incesto flota en el agua de los callos que beben en silencio todos.
Martín Rodríguez
Argentino – 1978
De: “Para el lado de las cosas sagradas”
Ed. El niño Stanton – 2009
Obra: La civilización occidental y cristiana – León Ferrari (Argentina)
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