Marcos Silber : Estación Quilmes Estación Quilmes:   Marcos Silber

  Marcos Silber

4 de abril de 2011



Las Meninas

Meninas I

Abril de 1656


De la casa de don Diego
parten las Meninas,
de contar sobre aguas salvajes, fuegos benditos
y cosas del vivir.
Y todo es cierto jura el caracol ciego, el oscuro;
a la casa de don Pablo llegarán.
Traviesas las chiquitas, juegan,
una ronda, otra y otra;
cruzan hogueras de brujas
y fuentes de doncellas,
piedras de doler, campos de sedas preciosas
y levitan cuando el mago de la historia
manda levitar.
Y todo es cierto jura el caracol ciego, el oscuro.
Sólo para amasar se detienen las chiquitas,
tejer en las tardes cuando lluvia,
y parir, lavar las enaguas y volver a parir.
De la casa de Velásquez parten las Meninas.
Una ronda, otra y otra;
a la casa de Picasso llegarán.



Meninas II

Abril de 1937


No debió dejarlas salir don Pablo;
por más que lloraran, no debió.
Qué es eso de andar a esas horas por ahí.
Nada de rondas y nada
con ese cielo de dar miedo y bajar sombrío.
No debió dejarlas don Pablo.
A quién se le ocurre consentirlas,
y que fueran por hamacas
a la plaza central de la Guernica.
Ahora vaya a dar razones.
Extrañas las Meninas, así, desconocidas.
Un solo ojo una; dos bocas la otra;
un brazo (¿de quién?) nacido de la nada,
y una mano (¿de quién?) tapiando la luz.
Vaya a dar razones ahora, a las mamás.
A los papás no.
Los papás no llegaron a la tela;
de a uno entraron a las urnas del Ebro.
No debió darles las llaves de la paleta
don Pablo.
No debió dejarlas salir.



Meninas III

Abril 2010


Iluminada la ventanita en la casa del Velásquez.
Y que nadie dude,
no dejó de pintar el aire don Diego
adentro de un desvelo de cuatro siglos.
Irrumpen las Meninas,
de regreso las revoltosas. Cueros y metales,
rockeras las chiquitas.
Golpe al ojo, vértigo en el corazón,
sismo en la copa que se vuelca,
sacudón en la paleta, se aturden los colores.
Pero no hay espanto que lo pueda al maestro,
la grande luz, todo el nacer, en gigante ola
lo resucita, estalla en su cabeza.
Y con sí mismo se reúne el Velásquez
que manda: “calma niñas”; y manda
“vuelta a casa todos, a la escena
con Ruy Ascona y Marcela de Ulloa
que va a sentenciar: “con estas loquitas
se degollará el silencio”.
Nicolasito enano que se presente
para mortificar al mastín que lo extraña;
Mary Barbola, la cabezona, ya, aquí,
para chillar: “vivan las Meninas
aunque ya no se parezcan”.
La Infanta Margarita y José Nieto que vuelvan
pero no los reyes. Ni siquiera al espejo.
Los reyes no.
Y manda el maestro: cada cual a su puesto
a contar la aventura, la travesía
los sueños empantanados
y los del asalto a los cielos.
Y manda don Diego: a respirar hondo,
a tomar el aire fresco, ahora,
y a pintar. Pintemos.
El verderío de un otoño festivo
desciende sobre la tela.
Rezagado como buen caracol,
el oscuro caracol, el ciego,
viene cantando.



Marcos Silber
Argentino – 1934

Poesía a la Vista
Dic. 2010
Ed. El Mono Armado.

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