Con la menopausia engordó y en camisón parece una matrona. Sentada en la cama después de la siesta le gusta recordar. Viejos amores viejas lecturas. Vive de eso ahora que los amantes se han ido y los libros nuevos le niegan el paso.
Recuerda consciente de que algo olvida. “Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar” - se dice - O algún hermoso muchacho de veinte años allá por los años 70 70 y tantos… - se dice – temblando por las pérdidas la mujer sola que parece una matrona.
Estela Figueroa Argentina – 1946 De: “La forastera” Ed. Recovecos – 2007
Nacida en 1946 en Santa Fe, ciudad donde reside, ha publicado los libros de poemas “Máscaras sueltas” (1986, traducido al italiano) y “A capella” (1991). “La forastera
Vengo desde la sed desnuda agua desconocida en las entrañas. Cisne desgajado a la deriva con la boca granada injustamente abierta muda apoyada al pelaje cauteloso hombro del diluvio. Evitando por ansia la mueca de morirme desdichada en la rabia de tantos funerales. Vengo de dormir la ciudad quebrada donde faltan uñas está encendida tu caricia acentuando hermoso lo lejano, hospedada al recorrido entrelazada al abrazo de perderte segura que las marcas eran llamas.
Viene de la palabra pan
a Pani Adet
llama de pan tiene ojos crecidos desde el vientre madre canto, de toda orfandad corazón despedazado de ternura. No necesita mas adornos que las manos extendidas de los solos hacia su generosidad. En las suyas el ornamento es testimonio de justicia
Pelo coherente Colorado madera estremecida para el sueño.
Le sobran perros que saltan al sendero reconociendo asilo. Es furia de cerezo multiplicada mirando al fondo huele a sol sentimientos ajenos. Honrada busca ¿dónde andarán sus muertos? Inclinada siempre. Es la canción de la espina metida en la garganta alta su mirada silenciando todo el cementerio.
Raquel Adet De "Las bestias del arco iris"
Nació en Salta, el 9 de diciembre de 1957. Desde el año 1980 sus poemas son publicados en diarios y revistas de Salta.
Todo lo arrastra esta maldita lluvia lluvia sin color sobre el horizonte y los pecados. Todo lo lleva y todo lo trae mensajes de aquel lado del día que viaja sobre los pies y se queda con todo mi equipaje. Mirá la pieza del hombre rojo / la secreta estadía del recuerdo se aferra en sus paredes de tiempo sin forma y ahí están las supremas cosas que resisten a las tempestades / a los olvidos / las traiciones y allá, de aquel lado mi cajita / mi cajita con fotos / estampas/ con la moneda de Canadá / un diente / con siete semillas de manzana envueltas en papel celeste para la suerte, cajita cargada de viento que en las mejores siestas bailó de marihuana por el barrio y todos decíamos revolución / Guevara / revolución y todos fuimos declarados inmortales en las leyendas / las secuencias en los bolsillos de la memoria. Lluvia alguna vez dije / habitaciones en secreto de aquel otoño en Budapest y tus ojos guatemaltecos hablando de la lluvia / de la deliciosa humedad que brota de tu cuerpo / de tu cuerpo en estado de espuma celestial / y ojos guatemaltecos / espuma negra penetrando sigilosa como fantasmas en una noche de Budapest y nuestras manos necesitando regresar al sitio imperfecto que nunca estuvimos / para otra vez partir / partir digo sobre la tarde y los ojos guatemaltecos / partir de Budapest y la cajita volver pienso / muchas veces lo pienso pero han dado vuelta este mapa y las rutas toman el otro rumbo y yo sigo esperando / casi solo y perdido / aquel estrepitoso ómnibus azul parado frente a una shell y Susi / Susi la de las caderas soñadas dice yoin / yoin / se quita sus ropas me muestra su cuerpo en la tarde vagabunda y alucinada mientras leemos a Castaneda en un departamento satisfecho y desolado de sábado de abril yoin / yoin / y esas marcadas grietas de furia en mi cuerpo y este cansancio que hace que pierda el sombrero y gire en la esquina como buscando el esquivo sonido de los pájaros en tus pechos de luz. Entonces abro la puerta y enfrento a los malvones y las hortensias / dejo mi valija en el costado de la vida / percibo el aroma a cedrón y le sugiero un té a mi abuela Josefina / ella asiente con sus ojos atravesando la eternidad. Ha dejado de llover en este barrio, así, así lo dice la lluvia.
Marcelo Marcolin Fue miembro de la llamada Generación Subterránea argentina; editor y parte de diferentes publicaciones, entre ellas: Artemisa, Antimitomanía, El ojo de la Ballena, Río de la Plata. Colaborador en medios gráficos y radiales como columnista. Premio Zargazazú 1986. Ha editado: La coronación del príncipe mudo, Matecocido, La primera letra, Angeles clandestinos, Siestas de Wincofón y Otros elefantes de regreso a la constelación de Orión.
Audio: IV Festival Internacional de Poesía, en la Feria del Libro.
El paisaje en forma de empeine, la sombra de una bota, sin nada que se mueva. El número de serie del siglo se equipara al canto del gallo. Al atardecer, mutantes moteados acuden desde campos lejanos mugiendo, un grueso tropel de unicornios. Sólo las estaciones del año parecen conocer cómo aprovechar un consejo. Persiguiendo el resbaladizo jabón, un ama de casa derrama una lágrima sobre el fracaso de su marido por coger la empuñadura de su espada que se transforma en la reja de un arado. Sin embargo, una acuarela enmarcada representa una tormenta; en una novela, la segunda letra es la viva imagen nuestra. Cerca del cine los jóvenes callejean como envases de esperma helado fuertemente tapados con corchos. El cielo vespertino ofrece poco para la esperanza, y aún menos para la acción. Y sólo un veterano de guerra puede aún recordar el término extranjero de una trinchera donde una estrella ha caído al escapar del telescopio.
Joseph Brodsky Rusia (1940 – 1995)
Poeta ruso-estadounidense, que nació en Leningrado y falleció en Nueva York. De su trabajo inicial cabe destacar los libros Versos y poemas (1965) y Parada en el desierto (1970), que aparecieron publicados por primera vez en Nueva York. Se vio obligado a emigrar de Rusia en 1972. Tras una corta temporada en Europa, se trasladó a Estados Unidos, cuya ciudadanía adquirió en 1977. Su conocimiento de la poesía inglesa, y su enraizado sentido del aislamiento y la melancolía, le llevaron a cultivar una poesía de meditación nocturna, como el largo poema Elegy to John Donne (1967). Otras de sus obras: “El fin de la bella época” (1976); “Parte de la oración” (1977); “En Inglaterra” (1977); “Nuevas estancias a Augusta” (1983); “Urania” (1987) y “Paisaje con inundación” (1996). Su poética, obsesionada con las contradicciones entre el espacio, el tiempo y los sentidos, es una de las más relevantes del siglo XX, y le hizo merecedor del premio Nobel de Literatura en 1987.
Obra: Centauro con Eros sobre su lomo - Museo del Louvre.
No pongas ningún clavo en la pared, tira sobre una silla tu chaqueta. ¿Vale la pena preocuparse para cuatro días? Mañana volverás.
No te molestes en regar el arbolito. ¿Para qué vas a plantar otro árbol? Antes de que llegue a la altura de un escalón alegre partirás de aquí.
Cálate el gorro si te cruzas con gente. ¿Para qué hojear una gramática extranjera? La noticia que te llame a tu casa vendrá escrita en idioma conocido.
Del mismo modo que la cal cae de las vigas (no te esfuerces por impedirlo), caerá también a alambrada de la violencia erigida en la frontera contra la justicia.
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Mira ese clavo que pusiste en la pared. ¿Cuándo crees que volverás? ¿Tú quieres saber lo que crees tú en el fondo? Día a día trabajas por la liberación, escribes sentado en tu cuarto. ¿Quieres saber lo que piensas de tu trabajo? Mira el pequeño castaño en el rincón del patio al que un día llevaste una jarra de agua.
Bertolt Brecht Alemania (1898 – 1956)
Trad. José Fernández de Lizana
Amante de la música y la literatura, desde muy niño comenzó a escribir, principalmente poesía y canciones. En 1918 acude a combatir en la Primera Guerra Mundial. De ideología marxista, tuvo que exiliarse ante el ascenso de los nazis, residiendo en Dinamarca, Finlandia y Rusia hasta que se instaló en los Estados Unidos. Intentó trabajar como guionista en Hollywood, pero sus revolucionarias ideas no encontraron eco entre los dirigentes de los estudios cinematográficos. Además de su frustración como artista, fue investigado por sus actividades antiamericanas, lo que le determinó a abandonar el país norteamericano para irse a residir en Suiza. En 1947 volvió a Alemania y dos años después creó su propia compañía teatral, llamada Berliner Ensemble. Sus títulos más populares, en su mayoría con fuerte acento político y social, son "Tambores En La Noche (Trommeln in der nacht) " (1922), "La Ópera De Cuatro Cuartos (Die Dreigroschenoper)" (1928), musicada por Kurt Weill, "Galileo (Leben des Galilei)" (1938-1939), "Madre Coraje (Mutter Courage und ihre kinder)" (1941), "La Buena Persona De Sezuan (Der gute mench von Sezuan)" (1940) o "La Inevitable Ascension De Arturo Ui (Der aufhaltsame aufsteig des Arturo Ui)" (1942). Falleció el 14 de agosto de 1956 en la zona comunista de Berlín a causa de una trombosis. Tenía 58 años.
Donde fuiste feliz alguna vez no debieras volver jamás: el tiempo habrá hecho sus destrozos, levantando su muro fronterizo contra el que la ilusión chocará estupefacta. El tiempo habrá labrado, paciente, tu fracaso mientras faltabas, mientras ibas ingenuamente por el mundo conservando como recuerdo lo que era destrucción subterránea, ruina.
Si la felicidad te la dio una mujer ahora habrá envejecido u olvidado y sólo sentirás asombro -el anticipo de las maldiciones. Si una taberna fue, habrá cambiado de dueño o de clientes y tu rincón se habrá ocupado con intrusos fantasmagóricos que con su ajeneidad, te empujan a la calle, al vacío. Si fue un barrio, hallarás entre los cambios del urbano progreso tu cadáver diseminado.
No debieras volver jamás a nada, a nadie, pues toda historia interrumpida tan sólo sobrevive para vengarse en la ilusión, clavarle su cuchillo desesperado, morir asesinando.
Mas sabes que la dicha es como un criminal que seduce a su victima que la reclama con atroz dulzura mientras esconde la mano homicida. Sabes que volverás, que te hallas condenado a regresar, humilde, donde fuiste feliz. Sabes que volverás porque la dicha consistió en marcarte con la nostalgia, convertirte la vida en cicatriz; y si has de ser leal, girarás errabundo alrededor del desastre entrañable como girase un perro ante la tumba de su dueño... su dueño... su dueño...
Félix Grande España – 1937
En: "Poesía Completa de Félix Grande (1958-1984)" Ed. l Anthropos.
Poeta, narrador y ensayista. Se le considera uno de los más destacados autores de la generación nacida durante la Guerra Civil y uno de los mejores poetas vivos españoles. Trabajó en diversos oficios hasta que en 1961 entra a formar parte de la revista cultural Cuadernos Hispanoamericanos, en donde trabajará 35 años, 13 de ellos como director. Libros publicados de Poesia: “Las Piedras”, 1963 – Premio Adonais; “Música amenazada”, 1966 – Premio Guipúzcoa; “Blanco Spirituals”, 1967 – Premio Casa de las Américas; “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”, 1971; “Biografía”, 1971; “Años”, 1975; “En secreto”, 1978; “Las rubáiyátas de Horacio Martín”, 1978 – Premio Nacional de Literatura; “La noria”, 1986; etc.
Imagine un ratón australiano, furia infinita de ésa su cópula, frenético jadeo coital (horas y horas roba virginidades a cuanta rata atine) imagine su espasmo último, muerto de tal amor, patitas hacia arriba, desollado por avispas o -¿mejor?- sea la bordada la bordó deidad coralina, la que espermatiza océanos desde el trópico al polo y óvulos y esperma por millones lanza -multicolores sputniks- y: llévalos de aquiallá el huracán marino (hasta que un par de ellos -por milagro- logra instaurar los ópalos de la fecundación) Muy diverso a ese equidna todo púas, pueril globo lunar
cuyo
pico un buril será (seductor): mamífero ovíparo,
equidna-bebé
que del huevo insurge traslúcido, baboseando materno pezón: adúltase allí el terco, rosáceo mamador: nada similar en poético ardor a la mosca tsé-tsé cuando gusana (jamás crisálida, pues su progenitora, exhausta, trasvásale al nacer litros de sangre sorbidos al buey por lo cual: nace ya mosca, sin más, horripilosa drácula del Africa) ¿y qué decir de la madre camaleona, verde de ancestral hastío, forzando los goteantes hijos desde el vientre, sobre hojas-cuencos plenas de rocío, para masnunca saber después de ellos? Y ni hablar de la insensata ñú: eso de alumbrar al vástago de pie, útero en lo alto, y tropiézase él sin acertar un paso hasta que finalmente repte a gatas, diagonal, expuesto al depredador que antójele cebarse. Las jibias, en cambio (las de Montale) adhieren una a otra, vibrátiles ventosas, y surcan sus espermios la íntima frontera. Líricamente ámanse, procrean.
Así los animales su sabio frenesí Sólo el humano ama y el planeta le estalla en la cabeza.