Estación Quilmes

  Alfredo Zitarrosa

27 de noviembre de 2010

Doña soledad



Mire, doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
cuántas personas habrá
que la conozcan de verdad.
Yo la vi en el almacén
peleando por un vintén,
doña Soledad.
Y otros dicen: "haga el bien,
hágalo sin mirar a quién".

Cuantos vintenes tendrá
sin la generosidad
doña Soledad,
con los que pueda comprar
el pan y el vino nada más.
La carne y la sangre son
de propiedad del patrón,
doña Soledad:
cuando Cristo dijo "¡no!",
usted sabe bien lo que pasó.
Mire, doña Soledad,
yo le converso de más,
doña Soledad,
y usted para conversar
hubiera querido estudiar.
Cierto que quiso querer,
pero no pudo poder,
doña Soledad,
porque antes de ser mujer
ya tuvo que ir a trabajar.

Mire, doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
qué es lo que quieren decir
con eso de la libertad.
Usted se puede morir
-eso es cuestión de salud-
pero no quiera saber
lo que cuesta un ataúd.

Doña Soledad,
hay que trabajar...,
pero hay que pensar....
no se vaya a morir...,
la van a enterrar...
Doña Soledad...
Doña Soledad...



Alfredo Zitarrosa
Uruguay (1936 – 1989)

  Roberto Jorge Santoro

26 de noviembre de 2010




Mejor quedate con un globo


tomá diez centavos y comprame un teléfono de cuerda
un caballito que hamaca
un palo para que no venga el hombre de la bolsa
aunque yo me voy a portar bien

no sé si me quedó el tacto de las flores
un baldecito con arena
y aquel castillo tan grande pero tan grande que vos no sabés

y alguno que haya tocado el amor
podrá negarme esta primera enfermedad de estarse solo?
de ver a cada rato perderse la alegría?

total yo voy a ser grande
pero me van a golpear
y entonces con un ojo en el bolsillo me iré buscando la tristeza
los huesos vacíos de aquella serpentina
y aunque no quiera total voy a ser grande

dejame llorar porque ni sé por qué
porque me duele el aire
porque total voy a ser grande y no voy a poder llorar

digo si alguno que haya tocado el amor
me viene a dar un beso
creo que tengo un violín dormido en cada labio
decime la verdad: ¿qué vas a ser cuando seas grande?

mejor quedate con un globo
un globo que yo siempre digo
un beso atado de un piolín

total yo voy a juntarme con las tardes para qué?
para no poder llorar ni juntos

¿por qué?
¿quién sabe cuándo?

un muñeco
un payaso de esos que no encuentro
y vos con todas las preguntas que nunca quise hacerme:
entonces por qué?
adónde?
quién lo sabe?

y ya no espero sabés?
ya estoy cansado
dale y dale buscar sin encontrar ni una caricia
pero te digo
y aunque sea sólo una vez oí estas cuatro letras:
llévenme lejos porque me parece que un día de estos voy a reventar
y tengo miedo de ensuciar la calle




Roberto Jorge Santoro
Argentino (1939 – 1977)

De: “Obra poética completa”
Ed. r y r - 2009

Obra: Ciudad del Arco Iris extraído del sitio www.ilustracionesbeatrizt.blogspot.com

  César Cantoni

25 de noviembre de 2010




¿Quién le devolverá su voz?


Murió Vallejo, murió el desheredado.
Murió el César, el cholo, el susodicho.
Murió de la muerte hacia dentro y hacia fuera,
con toda la vida que tenía delante.
Y ahora, ¿quién le devolverá su voz a la poesía? ¿Quién
escribirá "hialóidea" cuando haya que escribir
          "hialóidea?
¿Es posible el poema sin César, sin Vallejo?

Murió el poeta, si, murió con aguacero.
Murió al cabo de los ríos que le dieron el habla.
Murió con el alma y la tristeza expuestas,
abrazado a la carne de su muerte viva.
¿Qué lugar reservarle, pues al neologismo?
¿Qué hacer con el tropo, el ripio, el encabalgamiento?
¿Cómo arrancarle al verso la metáfora nueva?

Pero, ¿murió Vallejo como dicen todos?
¿Murió el hombre? ¿El paria? ¿El revolucionario?
¿Aquel que nació de grande para nombrar de nuevo al
          mundo?
Hermano, si de veras moriste, Dios cobije tu sueño.
De otro modo, no juegues como niño, no te escondas,
no nos dejes tan solos con la lengua nuestra,
no nos largues tan rotos de palabras.



César Cantoni
De "Diario de paso"
Nació en La Plata 1951

Obra: de Orlando Izquierdo “El Trigillo”

  César Vallejo

24 de noviembre de 2010




Espergesia


Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del Diciembre de ese Enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha.........
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda............
Y no saben que el Misterio sintetiza……..
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.



César Vallejo
Perú (1892 – 1938)

de “Los heraldos negros”
en “el cuaderno verde del Che”
Ed. Emecé - 2007

  León Felipe

23 de noviembre de 2010




Este orgulloso capitán de la historia


Porque tal vez seamos la obra de un Dios monstruoso e
inmisericorde,
señor Arcipreste.
Y si nosotros estamos hechos de una substancia
monstruosa e inmisericorde,
¿porqué ha de ser piadoso nuestro Dios?
¿Quién tiene piedad entre los hombres?
Además…
¿no es la vida una cadena de mandíbulas abiertas y
devoradoras?...
Y si la lombriz se traga a la simiente,
la gallina a la lombriz,
y el hombre a la gallina…
¿Porqué Dios no se ha de tragar también al hombre?
¡Gran manjar es el hombre!
¿No ha pensado usted nunca, señor Arcipreste, que bien
podemos ser
el alimento de un Dios glotón y monstruoso
y que estamos aquí,
como en un túnel descomunal y oscuro,
como en un gran esófago,
descendiendo,
descendiendo,
descendiendo lentamente,
pasando por los sórdidos, torcidos y laberínticos
intestinos de la Historia?
Alguien nos ha tragado,
alguien nos ha tragado, borracho, en un festín…
Y nos seguirá tragando eternamente.
Aquello que ha sido, es lo que será…Ésta es la ley
¿verdad?
Y a veces yo imagino -¡qué cosas imagino, señor
Arcipreste!-,
a veces imagino…
que nos defeca un Dios glotón y monstruoso.
Siempre le andamos buscando orígenes y definiciones
a este “orgulloso capitán de la historia”:
El sueño de un Dios…
El soplo de un Dios…
La cópula amorosa de un Dios…
Pero he aquí el último hallazgo existencialista y
filosófico:
El excremento de un Dios.
¿Quién protesta?
¿Quién grita y se tapa las narices?
¡Basta!...Pero vosotros ¿qué queréis?
¿Qué es lo que usted desea, señor Arcipreste?,
¿qué sigamos aquí eternamente cantando Te Deum
detrás de las batallas?
¡Somos el excremento de un Dios!
Y todo se repite…y se repite el excremento
¡Se repite…se repite!
Pero que no se alarme nadie.
Todo es sólo imaginación.
Imaginación de un viejo poeta loco
a quien no hay que hacerle mucho caso…
-¡Eh!...¡Boticario, buen boticario,
véndeme una onza de almizcle
para perfumar mi imaginación!



León Felipe
España (1884 – 1968)

De ¡Oh, este viejo y roto violìn!
En: “el cuaderno verde del Che”
Ed. Emecé - 2007

Obra: Saturno devorando a un hijo de Francisco de Goya

  Juana Bignozzi

22 de noviembre de 2010




Éramos felices y hemos aprendido

La serena charla de la madurez
ha sido cancelada con una ráfaga
las calles amplias y sus árboles
ya nunca tendrán la alegría de aquella promiscuidad
adiós juventud adiós
nos hemos despedido con suavidad consideración
cadáveres
y el gusto de estar vivas
sólo nos salvó no haber pactado
adiós juventud
sólo tus fantasmas son personas
sólo aquella dispersa manera de vivir
devuelve el amor
me acerca a mí misma
disimula el extravío por tierras de indignidad
y me reúne con los diálogos permanentes.



Juana Bignozzi
Argentina – 1937

De: “200 años de poesía argentina”
Ed. Alfaguara - 2010

  José María Pallaoro

21 de noviembre de 2010




Cara y Cruz

Dando la cara llegamos a la vida
con palmaditas en el culo
nos reciben

y de inmediato

nos revolean al aire

como a una moneda

por si una vez el azar
por si falla el juego

de la vida

pero la suerte sigue echada
y caemos siempre

irremediablemente cruz

Luego juntan

nuestros pedazos

Nos olvidan

en uno de esos lugares
oscuros y fríos



José María Pallaoro
Nació en La Plata en 1959. Vive en City Bell.