Raquel Fernández : Estación Quilmes Estación Quilmes:   Raquel Fernández

  Raquel Fernández

1 de septiembre de 2021

 

BANDERA BLANCA


Siempre pensé que el sexo
era lo opuesto a la muerte.
Por eso tuve mucho sexo en mi vida.
No por amor.
No por placer.
No por perpetuar la especie
(aunque me hubiera gustado hacerlo
antes de que la humanidad
diera un paso irrevocable hacia el horror de la autoconciencia,
cuando morir era apenas quedarse inmóvil un instante
en el olfato ajeno
y volver a la tierra sin ceremonias inútiles).

En mi vida el sexo un ofició como un talismán.
Una piedra preciosa de efecto apotropaico.
Un hechizo para mantener el final a raya.
Las piernas de mis amantes fueron
el marco de la puerta de una vieja casa de adobe y sudor
donde me resguardé del terremoto de la muerte.
Quizás por eso son sus piernas
lo único que me quedó de ellos.

Podría decir que el sexo
me regaló una victoria a medias:
ya soy demasiado vieja para morir joven.
Pero también soy demasiado vieja
para tener sexo todos los días
Supongo que llegó el momento de darme por vencida.
El momento de escribir un testamento idiota
y decidir (con nostalgia, con malicia, con arrepentimiento)
a quién le dejo las piernas que no pude amar ni desear.
A quién le dejo el miedo.



CREMA DEL CIELO


Siempre me pregunto
y pregunto
de qué está hecha la crema del cielo.
“Es crema de vainilla con colorante celeste”,
me responden invariablemente los interrogados,
poniendo cara de “tan grande y tan pavota”.
Por supuesto,
semejante respuesta no me satisface.
Me gustan los misterios
y paso de las resoluciones obvias,
por lógicas que parezcan.

La crema del cielo tiene que estar hecha de otra cosa.
Algo maravilloso que justifique
un nombre tan prometedor.
Un ingrediente secreto,
una pizca de nube,
una gota de Dios,
no sé cuántos gramos de las veredas pisadas en la infancia
después de que lloviera al este y al oeste
y el brujo viento quedara retratado en las baldosas
con un puñado de flores de jacarandá.

“Es crema de vainilla con colorante celeste”,
me repiten mis parientes y amigos,
que suponen que mi cabeza es una casa tomada
por esa loca llamada Fantasía
y que no tengo remedio,
aunque insistan en llenarme los bolsillos de recetas
y la mesita de luz
de cajitas con pastillas de todos los colores.
No.
De todos los colores no.
Celeste no hay ninguna.

¿De qué está hecha la crema del cielo?
Yo, por las dudas, no la probé nunca.
A ver si todavía mis parientes y amigos tienen razón.

Odio dar el brazo a torcer.
Odio la crema de vainilla.



IRSE


Aquel novio que tuve,
el que murió a los veintidós,
decía que los objetos
no tenían durar más que las personas.
Por eso, después de cada uno de nuestros brindis,
rompía las copas con una feroz alegría adolescente
que a mí me indignaba.
No eran cristales de Bohemia, claro.
Pero eran copas lindas.
(Él ni siquiera habrá imaginado
la cantidad de cosas fútiles
que iban a sobrevivirlo:
platos, tazas, portarretratos,
recuerdos de las vacaciones en Mar de Ajó).

Yo pienso que las personas no deberíamos durar
más que el amor.
Que deberíamos irnos antes de que desnudarse
se convierta en un acto mecánico,
como barrer la cocina o darle de comer al perro.
Antes de que nuestra desnudez
deje ser en los ojos del otro
un salto de resplandor,
la declaración de guerra de un faro rebelde
que ilumina
el camino a seguir para que los cuerpos se estrellen
contra la tormenta del deseo.

Yo creo que deberíamos irnos
antes de que se apolillen los confites.



Raquel Fernández

Nació en Avellaneda, en 1967. Recibió más de cien premios nacionales por su actividad poética, otorgados por prestigiosas instituciones. A estos logros se le suman otros obtenidos en España, EEUU, Italia, Chile y Perú. Es autora de los poemarios “Ojos que miran el cielo”, “Revelaciones”, “Todos los hombres que me amaron”, “Hermano”, “La antigua enfermedad del otoño”, “Cierta condición nocturna”, “Como nosotros”, “Once upon a time”, “Interrumpidas”, “Pretty in Pink”, “Goodbye, Norma Jeane”, “Un rayo a tiempo” y “Enaguas de encaje rotas”. En 2015 fue nombrada Personalidad Destacada de la Ciudad de Avellaneda por el Honorable Concejo Deliberante de dicha ciudad. En 2019 recibió una distinción como Vecina Destacada por el su aporte cultural a la ciudad de Avellaneda otorgada por la Secretaria de Cultura, Educación y Promoción de las Artes del municipio.


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