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12 de febrero de 2014





La flor del agua


Mañanita de San Juan cuando el cielo enarbolaba
iba la Virgen señora a una fuentecita clara
a lavarse los sus pies a lavarse las enaguas
y viendo que terminaba la bendición echó al agua.
La hija del rey que lo oye desde el balcón donde estaba
se quitó el traje de seda y se vistió de serrana.
Se cogió el cántaro de oro y se fue a la fuente clara
y en el medio del camino con la Virgen se encontrara.
-¿Dónde va mi serranita tan prontito de mañana?
-A esa fuente voy señora a por un cántaro de agua.
-Yo lo que vengo a saber si eres soltera o casada.
-Casadita no, por cierto, pero bien enamorada.
-Tres hijos has de tener los tres para una batalla
y una hija has de tener monjita de santa Clara.



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Interpretado por: Joaquín Díaz (1947). Ha publicado más de medio centenar de libros sobre diversos aspectos de la tradición oral: romances y canciones, cuentos, expresiones populares

Notas: La primera moza que conseguía coger la flor del agua colocaba en la fuente una rama en señal de que ya se había llevado esa mágica flor, para que la joven que viniera tras ella viera la fuente enramada y tuviera que dirigirse a otro manantial que aún estuviese virgen (De Llano Roza de Ampudia, A. 1977, 79). ¿De donde procedía esa encantadora capacidad para ver en la superficie del agua una invisible flor?, un elemento intangible lleno de poderes mágicos que se describe con un recurso poético en esa imagen metafórica y tan expresiva de la flor del agua; una flor llena de maravillosas virtudes que sólo se puede coger en la noche del solsticio de verano, y que únicamente confiere sus virtudes a la primera joven que se acerque hasta la fuente para cogerla. Debe hacerlo en la madrugada, después de las doce de la noche y antes de que salga el sol, pues es cuando sobre ella recae la bendición del Santo, de la Virgen o de Jesucristo.
En Cantabria las muchachas casaderas salían al romper el alba el día de San Juan para coger esa flor que decían estaba formada por las primeras aguas, blancas como la leche, que tan sólo duraban un instante y que les iba a proporcionar hermosura, salud, felicidad y juventud eterna…(Montesino González, A. 1984, 11, 21). En Santander la cogían las chicas porque decían que les proporcionaba amor y felicidad. En algunos pueblos de la Rioja la llamaban la espuma de San Juan (Caro Baroja, J. 1979, 181, 183, Iravedra, L. y Rubio, E. 1949, 102)

Fuente: http://anuariobrigantino.betanzos.net

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